[ bicitácora en eterno borrador ]
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nota: Las entradas no están en orden cronológico, pero cada una tiene fecha: 'd' corresponde al día de viaje, siendo el primero -el día del viaje- el 'd 0'.
jueves, 31 de enero de 2008
nuestros patronos
Hace poco, en uno de los viajes que hice antes de salir del todo, tal ves en el llano o en la isla de mompós, entendí la existencia de dios, por primera vez que recuerde desde este escepticismo radical que siempre me ha gobernado. Y entendí, en serio, que dios y todos sus santos sí existen, y no hay que darle tantas vueltas ni complicar tanto este asunto. Pero no existen arriba en el cielo, (que no está allá sino acá en el trópico, pero eso es tema de otro espacio... ¿será que como los demás, con la edad me estoy volviendo religioso?) sino abajo en la tierra, entre nosotros
Los hemos creado y por eso existen. Vi en la gente su existencia, y ahora, la veo todos los días. Inlcuso un día, en San Martín de Loba, Paul (Pablo, San Pablo) se convirtió en uno de ellos, o mejor, lo convirtieron. Supongo que para ellos fue como si Jesus se hubiera aparecido, un man flacuchento, jiposo, de ojos azules, muy azules, pelo largo, y barba de dos semanas. Les cayó como anillo al dedo para la procesión y lo convirtieron en Jesús. Lo dispusieron tal como aparecía en la imagén del calendario que estaba acompañada de un letrero que decía "Jesús en el jardín de los olivos". Lo montaron en una carroza con un ángel (con una niña disfrazada de ángel) igual a la imagen, y decoraron la carroza tal cual, con todos los elementos y los detalles: el vestido blanco con la manta roja al hombro, el árbol detrás (que claro, no era un olivo), la nube de algodón... Pero bueno, ya antes Daniel, el duque, lo había nombrado su maestro, y desde entonces lo es de todos, y nos muestra la Luz.
Desde entonces, y desde siempre, hemos tenido, creado y alimentado santos que nos cuidan y nos acompañan. Han ido apareciendo en el camino, como milagros, y estamos muy agradecidos. Hay unos a los que simplemente queremos demostrarles este agradecimiento. Otros, han sido convertidos en ídolos que acompañan nuestro pan de cada día. Empiezo por estos últimos.
El primero es la Virgen de Guadalupe. Nos la regaló mi hermana antes de salir: a paul un pin que siempre lleva en alguna de sus sucias camisetas, y a mí, una calcomania gruesita que está de timón de mi bicicleta. Ella nos cuida y habla por nosotros por la gente. Esperamos con el tiempo ir coleccionando más dobles suyos.
Después está Don Queso. El fue el que nos brindó el muelle en Amarales, Sanquianga. A pesar de ser tan joven, parecía ser el amo y señor de todo, y de todos. Tanto que los demás lo llaman el alcalde. A nosotros se nos presentó como Don Queso. Va con sus botas de Queso en su imponente lancha por toda la región. Ahora, siempre que estamos en problemas, en sufrimientos, en dolor, o cansancio, le pedimos y siempre sabe recompensarnos, "Gracias Don Queso".
Después está Eustacio, a quien también le pedimos y agradecemos, pero es un poco menos venerado. El nos prestó su taller para fabricar nuestras alforjas (de quienes hablaré en otra ocasión) y nos enseñó a trabajar.
Otra a la que le damos las gracias en el recorrido, en días como hoy, es a la fabi. Quién ademas de a lavar la ropa, mucho nos enseñó en su Cayambe natal, y nos enamoró de los serranos.
Y ahora está la Virgen del Carmen (que es la misma pero diferente que la que apareció en méjico). Esta me acompaña desde el día en que nací y siempre ha sido mi patrona. Quiso que me bautizaran carmelo o josé del carmen, pero no triunfó. Anteriormente ella era quien guiaba a los marineros en el mar, por medio de las estrellas. Ahora, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo. Es fácil encontrar testimonios de sus guianzas a lo largo y ancho del mundo. También es patrona de pescadores, transportadores, marineros y ejércitos en el mundo. Es decir, es la patrona de los que viajan, y a mi me acompaña desde ese 16 de julio en que nací.
Ahora, con quienes estamos muy agradecidos.
Primero que todo, con el profesor Alvaro Moreno Hoffman, quien no solo nos compartió su manera de construir alforjas con bidones de gasolina reciclados (fruto de mucho tiempo y trabajo), sino que nos enseñó a través de su experiencia con la ciclogeografía, su ciclosofía.
Está la familía Peña y el capitán Vargas. Ellos nos hicieron huespedes en sus casas en Cayambe y él en su cuartel antinarcóticos en San Gerónimo. Dieron comienzo a una nueva forma de vida, de viaje, donde encontramos cada día gente maravillosa que además de abrirnos las puertas de sus casas, nos deja compartir con ellos y con sus familias, unos días, y cuando se puede, unas comidas.
Finalmente, en este salpicón de ídolos y gente generosa, no puede faltar la santa madre, quien además de todo, especialmente en este caso quiero recordar tres momentos, tres elementos cruciales en mi vida. Primero, la Monark roja (tenía que ser roja, como todo a esa edad, como el glorioso américa que desde el año en que nací se convirtió en campeón año tras año, casi incluso que hasta hoy) que remplazó al ya superado triciclo en los primeros años caleños. Y ahí también la otra Monark roja que apareció por sorpresa una navidad, después de uno de los días más tristes de mi infancia, cuando me robaron la primera, en la época en que aprendí a manejar son manos. Y por último, por regalarme la primera bici de niño grande, hace 15 años, en lugar de la moto que yo quería (cualquiera, así fuera la más barata). Está bici, recientemente maquillada de amarillo, es la que me ha traído hasta acá. Gracias. Y amen.
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