living la vida mompiche style

domingo 8 de junio, 2008

d 165 / k 1738

_quito, pichincha, ecuador

El río del tiempo sí corre. El tiempo, el gran destructor, sí transcurre y todo lo termina. Aunque a veces corra para un lado y a veces se devuelva, el río se mueve, incluso aunque a veces se quede quieto.

Se acabó la vida en Mompiche. Así que vuelvo a la calle, a mi bici, a la ruta, a escribir. En Mompiche tuve una rutina, así que no tenía sentido escribir a menudo. Además, el propio estilo de vida, esa misma rutina no incluía tiempo de sentarme a pantallar. Pero ahora que se terminó puedo escribir algo sobre lo que fue.

La razón principal de haber ido allá fue ayudar a los parceros con el hostal. Eso funcionó muy bien. Los clientes creían que sabíamos lo que hacíamos y el hostal quedó mejor de lo que lo encontramos.

Además de eso, nuestra idea era montar un restaurante. Eso también salió bien. También se creyeron que sabíamos lo que haciamos. Se llamó La Ültima Ola (comida fresca del día). Aprendimos a cocinar delicias con el reducido mercado del pueblo, a usar lo que nos daba la tierra y el mar, a cocinar con las uñas (hacer un horno sobre una estufa para cocinar tortas), a atender, a servir y a dejar a los clientes contentos. Tanto, que después de comer una o dos veces y de probar el limitado y aburrido menú de lso comedores, ya solo nos decían "hoy comemos", pero sin siquiera preguntar qué íbamos a preparar. Aprendí muchísimas cosas. Experimentamos muchísimo. Y comimos delicias. Publicaré las mejores recetas (sobretodo ajíes y tortas y quiches) en la página paralela a esta, la de cocina... cocinasuave.blogspot.com Lo haré cuandotenga tiempo de hacerlo. Mañana.

El hostal, que normalmente se conoce por ser el parchadero de surfers jóvenes y díscolos, cambió de imagen temporalmente y se convirtió en un lugar donde se comía bien y se oía buena música.

El restaurante, aunque no nos hizo ricos, nos permitió vivir un mes si gastar un centavo, comer delicioso, tomar de todo y ganar unos pocos dolaretes. Fue un mes donde no gastamos nada. Viviendo como reyes, comiendo como reyes, surfeando, y gozando todo lo que se puede al lado del mar.

Pasábamos la mayoría del tiempo en la cocina, con música a todo volumen. Cuando no, me dedicaba a mis cosas, lo que llaman hobbies, pues mi nuevo estilo de vida me permite tenerlos: origami, lectura, fotografía.

Todos los días disfrutaba la playa. Salía a nadar y a hacer estiramientos, a veces en la mañana antes del desayuno, o al atardecer. Cuando había olas surfeaba. Incluso troté, yo que odio trotar. Un día salimos a remar en una canoa, la de josé, el dueño de uno de los bares playeros.

A veces íbamos a caminar al rio, a recoger frutas: zapotes, aguacates, guayabas, limones, limas, naranjas, toronjas, y mangos. Un día tambien recogí muchas bromelias y una palma para darle vida a nuestro restaurante.
Los sábados abrían las dos discotecas y no faltabamos nunca. Era la noche para bailar todo lo que uno se pueda imaginar, un eclecticismo total, sin prejuicio alguno. Claramente la música tropical era la que dominaba la escena. A la disco iba todo el pueblo, menos los evangélicos y los aburridos. Los turistas ni siquiera sabían que exstían. Los únicos forasteros que bailabamos ahí eramos los que vivíviamos en el pueblo.

Además del mar y la cocina, que indudablemte fueron lo mejor de todo, la gente fue lo más valioso. Tuvimos suficiente tiempo para conocer todo tipo de gente, para compartir, para aprender: parceros surfistas, señoras cocineras, viejos buenavidas, basuqueros, pescadores, evangélicos, hacedores de tablas de surf, carpinteros, niños, muchos niños, agricultores... Incluso llegamos a tener algunos buenos amigos.

En Mompiche la vida corre a otro ritmo. Para comprar verduras (o casi cualquier cosa) hay que ir a la tienda. Si no hay en las tres tiendas, no hay. Las tiendas le compran al camión que viene al pueblo. Hay camión de las verduras, de las frutas, de la cerveza, del plátano (verde), del agua, etc. Y claro, comprar en el carro es más barato que comprar en la tienda. Pero nunca se sabe cuándo viene el carro. Pero no importa, si no es hoy, es mañana.

La luz se iba todos los días, o casi todos, entre 6 y 8 de la noche. A veces no se iba. Siempre, o casi siempre, se iba entre media hora y una entera. A veces no volvía. Esto dificultaba la cocinada de comida (merienda que llamamos acá), peor al final ya la dominàbamos. Lo único terrible de la falta de luz era la consecuente falta de música. Pero el ambiente de las velas era bastante agradable. Tanto que después ya no usabamos casi luz, sino pura vela. Fue un buen momento para descansar, para parar, para dejar de andar y hacer, poner en práctica, aprender, para que Lucía seuniera al viaje... Como dice chavela, uno vuelve a los lugares donde amó la vida. Y ahora, Mompiche se vino en mi corazón...

Quisiera haber escrito esto más tiempo. Reflexionar más. No hubo tiempo. Hoy no. Y mañana menos... Tal vez pasado mañana.

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pueden ver fotos (lentamente desactualizadas) en http://www.flickr.com/photos/66468173@N00/o en el blog de paul http://hastadonde.top-depart.com/