miercoles 2 de ab ril/ 2008 *
d 99 / k 1233.5
_península de santa elena, santa elena, ecuador
-Es que este lugar es un poco...-el bombero jefe se quedò pensando.
-¿turístico?- contesté.
-De un turismo un poco màs jai-agregó con buena pronunciación...
Hoy fue un día largo, muy largo. Nos dormimos a las docimedia de la mañana, después de despedirnos de Marcelo, y a las cincoimedia ya estábamos despiertos, organizando para salir. Amapola también estaba lista. Se vino detrás de mí por dos kilometros, hermosa. Pero me di cuenta que es imposible, y de pronto se quedó quieta, así no más, mirando, así no más, hasta que la perdí en la distancia. Si quiero un perro, tendré que cargarlo...
Salió el sol con nubes coloreando. Calentando. Y se nubó. Y el dolor de cabeza. El dolor de cuerpo. La fiebre.
Cuando llegamos a Sumpa el sol ya estaba encarnizado contra nosotros. Es un museo increible. Entramos y sólo había 4 pelaos. Después de reirse de las bicis y de nuestra pinta, uno de ellos nos dijo que una de las dos peladas nos iba a guiar. EL otro trataba de sintonizar reggaeton en un transistor. .Y conocí a los amantes. Llevan ahí casi nueve mil años. Acostados. Arrunchados. Felices. Como Bailando. Por siempre. Sus huesos tienen unas piedras muy pesadas encima, en las coyunturas, en el sexo. Sus cráneos están partidos, pero completos, en orden, como un rompecabezas que nunca desarmaron, como soldados por la eternidad. Parece que respiraran y sintieran el calor. Parece la siesta, lo único que se puede hacer en estas condiciones. Aunquer ellos duermen frescos. Descansan. Es lo más romántico y conmovedor que he visto, en mucho tiempo.
Finalmente llegamos a Salinas, la mayami ecuatoriana, bocagrande de cartón paja pero con mar bonito. Fuimos a la punta de la península, el fin de la ruta del sol, de la costa pues de acá para allá todo es manglar. El fin de nuestro recorrido por al costa. Se llama la Chocolatera, dentro de un fuerte militar, donde solo se puede entrar en carro y en moto, en bicicleta no ¿cómo así? Pues entramos, claro. Nos bañamos por última vez, aunque nunca hay última vez..Apareció Alberto, y sus amigos, y a pedalear en el mar, en esas barquitas absurdas. Yo ya había pedaleado ochenta kilometros, así que me dejé llevar. En la lejura, me tiré y nade, al atardecer, en un mar delicioso, al clima, verde azuloso, denso, salado, de ahí Salina, pensé.
Por la noche a enfrentar la conseguida de casa en la ciudad, aún con fiebre. Los bomberos nunca nos abrieron las puertas, ni las cerraron. Nadie. Por conexión acabamos quedandonos en la casa de la familia de un amigo de un chico que contactamos, en Libertad, el pueblo vecino. Por fín, después de media noche, pudimos descansar en un colchón, con un dengue aún no identificado.
_____________________
pueden ver fotos (lentamente desactualizadas) en http://www.flickr.com/photos/66468173@N00/
o en el blog de paul http://hastadonde.top-depart.com/
*del diario
d 99 / k 1233.5
_península de santa elena, santa elena, ecuador
-Es que este lugar es un poco...-el bombero jefe se quedò pensando.
-¿turístico?- contesté.
-De un turismo un poco màs jai-agregó con buena pronunciación...
Hoy fue un día largo, muy largo. Nos dormimos a las docimedia de la mañana, después de despedirnos de Marcelo, y a las cincoimedia ya estábamos despiertos, organizando para salir. Amapola también estaba lista. Se vino detrás de mí por dos kilometros, hermosa. Pero me di cuenta que es imposible, y de pronto se quedó quieta, así no más, mirando, así no más, hasta que la perdí en la distancia. Si quiero un perro, tendré que cargarlo...
Salió el sol con nubes coloreando. Calentando. Y se nubó. Y el dolor de cabeza. El dolor de cuerpo. La fiebre.
Cuando llegamos a Sumpa el sol ya estaba encarnizado contra nosotros. Es un museo increible. Entramos y sólo había 4 pelaos. Después de reirse de las bicis y de nuestra pinta, uno de ellos nos dijo que una de las dos peladas nos iba a guiar. EL otro trataba de sintonizar reggaeton en un transistor. .Y conocí a los amantes. Llevan ahí casi nueve mil años. Acostados. Arrunchados. Felices. Como Bailando. Por siempre. Sus huesos tienen unas piedras muy pesadas encima, en las coyunturas, en el sexo. Sus cráneos están partidos, pero completos, en orden, como un rompecabezas que nunca desarmaron, como soldados por la eternidad. Parece que respiraran y sintieran el calor. Parece la siesta, lo único que se puede hacer en estas condiciones. Aunquer ellos duermen frescos. Descansan. Es lo más romántico y conmovedor que he visto, en mucho tiempo.
Finalmente llegamos a Salinas, la mayami ecuatoriana, bocagrande de cartón paja pero con mar bonito. Fuimos a la punta de la península, el fin de la ruta del sol, de la costa pues de acá para allá todo es manglar. El fin de nuestro recorrido por al costa. Se llama la Chocolatera, dentro de un fuerte militar, donde solo se puede entrar en carro y en moto, en bicicleta no ¿cómo así? Pues entramos, claro. Nos bañamos por última vez, aunque nunca hay última vez..Apareció Alberto, y sus amigos, y a pedalear en el mar, en esas barquitas absurdas. Yo ya había pedaleado ochenta kilometros, así que me dejé llevar. En la lejura, me tiré y nade, al atardecer, en un mar delicioso, al clima, verde azuloso, denso, salado, de ahí Salina, pensé.
Por la noche a enfrentar la conseguida de casa en la ciudad, aún con fiebre. Los bomberos nunca nos abrieron las puertas, ni las cerraron. Nadie. Por conexión acabamos quedandonos en la casa de la familia de un amigo de un chico que contactamos, en Libertad, el pueblo vecino. Por fín, después de media noche, pudimos descansar en un colchón, con un dengue aún no identificado.
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pueden ver fotos (lentamente desactualizadas) en http://www.flickr.com/photos/66468173@N00/
o en el blog de paul http://hastadonde.top-depart.com/
*del diario
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