domingo 27 de julio, 2008 *
d 214 / k 1970
_colán, puira, perú
Cuando me distraigo se me olvida qué hago acá, en este pueblo seco y polvoriento. ¿Es porque a Pablo le robaron todas sus cosas? ¿O es porque está de luna de miel? ¿Las dos? Después de que José le ayudó a recuperar todo, o casi todo, le hizo prometer que pasaría con él las fiestas de Santiago. Y Pablo, que sin darme cuenta se fue convirtiendo en un latin lover sin verguenza (sin penas ni tapujos), un siete muejres, un pirata, aprovechó para invitar a Rosana, una chica guapa y buenagente que conquistó en Guayaquil. Estoy acá, acompañándolos, curiosando estas fiestas tan extrañas en este lugar desalmado.
Colán no es ni un pueblo, ni un veraneadero. Trata de ser los ods. Y lo es, pero dividos: entre lo que intenta ser un pueblo y lo que intenta ser un veraneadero hay una franja de desierto café y terroso de unos quinientos metros de ancha. Se encuentra muy cerca de Punta Balcones, el extremo occidental de suramérica (según unas versiones, según otras es punta Pardiñas, un poco más al norte, pero no tengo claridad al respecto de los nombres), en una zona aledaña al desierto de Sechura, el más grande del país. Es una zona que produce una sensación muy extraña. Es muy seca. muy desértica, muy poco habitable. Sin embargo, la gente de la sierra fértil, como la de Huancabamba, viene a vivir acá porque allá no hay trabajo, acá sí. Aunque es absurdo, lo es (absurdo y real, como tantas cosas). Aunque la tierra es estéril, el mar es exuberante en vida submarina. Y la tierra, en recursos subterraneos: el petroleo y los que lo suelen acompañar. El mundo del hombre es inhabitable, pero hay que explitar los submundos, y se necesita mano de obra.
La industria de la pesca crece cada vez más, a medida que los habitantes del mar son cada vez menos. Además de ser una zona desértica, es industrial: grandes fábricas procesadoras de pescado en harina y refinadoras de petroleo, y zonas de casas de tierra, lata y cartón de trabajadores y pescadores. Las fábricas de harina, además de humo, exhalan un repugnante olor a pescado. Y además, hay muchas playas que la gente con dinero de las ciudades ha convertido en veraneaderos, desiertos humanos fuera de temporada.
Colán es una mezcla de todo lo anterior. Aunque no es industrial, se encuentra entre Paita (zona de harineras de pescado) y un gran pozo petrolero. La parte hacia la costa, es una tira muy larga, a lo largo de la costa, de grandes casas amuralladas, casas de verano de las familias adineradas de las ciudades del país. Hay muchos narcos que trafican drogas en el pacífico que han aprovechado el pueblo para lavar su dinero, y muchos otros que han dejado sus casas a medio hacer, como ocurre comunmente.
Esta franja de casas adosadas la una a la otra empieza antes de que comience la playa, así que está levantada sobre palafitos, y el mar les pasa por debajo en marea alta, y debe tener unos cien metros de ancho. Así que hacia la playa se ve una gran cantidad de casas medio abandonadas, vacías, sobre un bosque de pilotes. Todas las casas tienen esclaeras que suben de la playa a terrazas, y la mayoría no han sido enrejadas aún, dejando una vista bonita, y permitiendo a los que están en la playa tomar un poco de sombra, pues no hay ni un sólo árbol ni una palmera en la playa. Al otro lado de las casa hay una calle de arena donde han construido altos muros con puertas para los carros, un gran muro. Entre la calle y el mar hay sucios y estrechos callejones cada cierta distancia. AL otro lado de la calle están los servicios al turismo: hoteles, restaurantes y tiendas, a los que van principalmente los niños de las casas en cuatrimotos. Después hay unas tres cuadras de casas de pescadores. Son casas muy humildes, de parédes de lámina de madera, lata y esteros grandes tejidos de caña.
Y ahí comineza la franja inmensa de desierto, de tierra, de polvo, de sol. A unas cuadras se llega a una imponente iglesia. No estoy seguro la época, pero parece anterior a la independencia. Muy grande, de muros anchos de piedra y techo de celosía de madera. Sencilla pero majestuosa. COntrasta con el pueblo, polvoriento, de casas humildes, parecidas a las de los pescadores.
En esta parte, en el pueblo, se celebra -sin la prescencia de un sólo turista- todos los años lafiesta de Santiago. Sí. Del apostol Santiago. Los habitantes dicen que son igualitas a las que celebran en España, pero no saben ni siquiera en qué parte de España las celebran, ni saben que éxiste Santiago de Compostela, y de los moros sólo saben que peleaban contra Santiago, que eran malvados y el los venció.
La fiesta la organizan habitantes del pueblo que han sido nombrados mayordomos. Ellos deben, además de organizar, costear las fiestas: comidad multitudinarias, orquestas, fuegos artificiales, chicha. Cada día un mayordomo cocina pavo para unas doscientas personas y reparten chicha en la calle ininterrumpidamente, a grandes y chicos. Le hacen una promes aal santo y si cumplen con devoción, el los bendice, dicen.
En la calle se realizan eventos cada día. Un día hay castillos: enormes construcciones de madera y polvora que explotan organizadamente, maravillando a la población, y peligrando sus vidas, claro. También hay un gran concierto con una banda de cumbia eléctrica. La cumbia, en cualquier lugar fuera de Colombia es un gran adefesio. Y fuera, dos orquestas tocan en la entrada de la iglesia, una a cada lado de Santiago. Son dos bandas magníficas de unos 25 músicos entre vientos y percusión que tocan animadamente, hacen culebrita, se tiran al piso, bajan, suben. Sin embargo, el público no baila. Extraño. No pasaría nunca en Colombia, casi que ni en la parca Bogotá, pero sí en Perú y en Ecuador.
Y por último están las batallas. Se habla mucho de ellas y se crea gran espectativa, pero carece de mucho interés. Todos los días sale un chico disfrazado con máscara y capa, sombrero, espada y escudo de madera, con un caballito amarrado a la cintura, mitad adelante y mitad detrás, simulando que cabalga. Igualmente camina como si estuviera sobre un cablallo. A su lado hay un señor con un tambor y una flauta de caña con dos orificios. Va tocando monotonamente el tambor, galopante, y con la flauta hace una melodía enloquecedora, con pitidos muy agudos, creería que parecido a la melodía con la que Hamelin enloqueció a las ratas: se mete al cerebro y no vuelve a salir, emboba, embruja. Van recorriendo de un lado para el otro rodeados de los moros: niños con máscara, capa y un palo con el que se defienden de Santiago. Nadie lo ataca, pero el les pega a todos, muy duro. De evz en cuando llevan a una niña a la fuerza frente alapostol y piden música a la banda. Estos tocan y ella baila con Santiago un rato, asustada. De pronto la voltean a la fuerza y Santiago les pega en el trasero. Y las dejan ir. Este baile, o procesión, o rito, o todos pero ninguno, se repite durante varias horas, recorriendo el pueblo. Nadie baila, además de Santiago y las niñas.
Y así todos los días. Yo me he dedicado a descansar, a equilibrar mi cuerpo y mi cabeza para empezar de nuevo el viaje. He compartido con Myriam, la señora que nos hospeda, con Pablo y Rosana, dejándolos quererse y con José, el policia y su familia. Todos los días voy a nadar un poco en el frío pacífico y a secarme más al viento frío que al tímido sol. He comido delicias del mar y he degustado mucha cerveza Cuqeuña, deliciosa. He leído la maravillosa Guerra del Fin del Mundo, de Vargas Llosa; casualmente una historia sobre el nordeste del Brasil, contada por un peruano, anticipando mi próximo recorrido.
Ya el martes comienza de nuevo el viaje, vuelve a los orígenes. Salimos en viaje, hacia el oriente. Supuestamente ahora si dejo el pacífico, mar al que he regresado tres o cuatro veces este año, pensanod siemrpe que es la última vez. Iremos pedaleando hasta Yurimaguas, puerto en el que comenzará el viaje en barco hasta el atlántico. Vamos a cruzar ahora este continente de oriente a occidente, en sus cerca de cinco mil kilómetros que separan los dos océanos en el punto más ancho.
Ya, comienza de nuevo el viaje. Estoy urgido por andar, recorrer, avanzar. Llegó el momento de partir de nuevo. Se terminó la larga pausa que empezó en Mompiche. Todo vuelve a fluir.
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pueden ver fotos (lentamente desactualizadas) en
http://www.flickr.com/photos/66468173@N00/
o en el blog de paul http://hastadonde.top-depart.com/
* del diario
2 comentarios:
santiago es mierda no nos llega sni a los talones de las playas de peru
Me imagino que no. Y lo sé, por lo que conozco, lo sé.
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