[ bicitácora en eterno borrador ]

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primero desde las montañas de Colombia, del Perú y del Ecuador. después desde la Amazonía toda hasta el extremo oriental brasilero. París. Sarajevo. Y ahora, Delhi..

nota: Las entradas no están en orden cronológico, pero cada una tiene fecha: 'd' corresponde al día de viaje, siendo el primero -el día del viaje- el 'd 0'.

martes, 24 de febrero de 2009

ii_ del viaje en barco por el amazonas


ver http://www.flickr.com/photos/cavernicolas/sets/72157608336960564/

Además de la familia de gringos cristianos, fui de los primeros en llegar al barco y coger puesto en la cubierta superior del tercer piso. Tuve mucho tiempo para contemplar como poco a poco iban cargando el barco. Impresionado vi como una y otra vez los encargados llevaban la mercancía de los camiones a las bodegas: costales de harina, de sal, y de arroz, y litros y más litros de gaseosas multicolores. En eso consiste el movimiento de productos industriales hacía las comunidades indígenas. De ellas vuelven los barcos a media carga con pescado y madera. En una danza repetitiva los hombres-mula subían la colina de tierra hasta los camiones donde eran cargados con cantidades asombrosas que llevaban en fila hasta las entrañas del barco. El sol abrasador parecía no quebrantar la voluntad de estos hombres de llevar toda la carga a bordo, mientras que a mí a duras penas me permitía soportar la existencia. No descansaban ni parecían estar cansados. O quizá, no podían darse el lujo de estarlo.

De igual manera que la bodega de carga se iba llenando, los pisos superiores de pasajeros se fueron atiborrando. Se montaban con todo lo imaginable, todo lo que pensaban necesitar llevar del continente a la selva. Los vendedores ambulantes ofrecían lo demás, lo que había sido olvidado pero que resultaba indispensable para soportar el recorrido: periódico, agua, gaseosa, espejos, cuchillos, drogas alucinógenas, toperwares, papel higiénico, tamales, gelatina, gaseosas, frutas...

Era extraordinario ver cómo cuando aparentemente no cabía nadie más, seguían entrando pasajeros que se acomodaban de cualquier manera. Poco a poco fuimos obligados a acercar nuestras hamacas cada vez más a los vecinos hasta chocar con ellos. Entonces unas hamacas tuvieron que subir y las otras bajar, formando diferentes niveles de acomodación. Y así, resulté durmiendo debajo de uno de los jóvenes gringos de la secta de cristianos. A mi lado estaba su hermana, que como él, no dejaba de leer la Biblia salvo para evangelizar a los demás tripulantes. Cuando llegamos al extremo del hacinamiento y dejamos de ser pasajeros para convertirnos en sardinas enlatadas, la joven cristiana dio un gritó y en su asombro sólo atinó a exclamar:
-Daddy, ¡we're squeashed!
Pero ni ella, ni su papá, ni Dios pudieron hacer algo al respecto.

Para soportar la saturación de pasajeros y la ausencia de intimidad me vi obligado a contemplar el horizonte mientras recordaba a Klaus Kinski encarnando a Fitzcarraldo cuando recorría los ríos amazónicos espantando maldiciones con un fonógrafo que reproducía a todo volumen la voz de Enrico Caruso. Y entrado en esa ensoñación, me abstraje de la situación y logré vivirla como un alucinado espectador que no dejaba de sorprenderse. Fueron días deliciosos serpenteando por el río, deslizando a paso lento, con ritmo de bicicleta. El tiempo que necesitaba de quietud, lectura, hamaca, descanso, reflexión y contemplación.

Por la ventana de la cocina entraba una luz suave y agradable mientras los cocineros sudaban para tener el multitudinario almuerzo a tiempo. Era una escena de Almodóvar: los cocineros unas locas sin pena; el chef era la reina de todas, y tras confesarme que no le gustaban los hombres en la cocina, consultó su reloj de pulsera, se paró azarado y le gritó a los cocineros:
-¡Muchachas!, apúrense con el almuerzo que estamos tarde.
Las muchachas eran sus tres ayudantes: tres jovencitos de cejas depiladas, cara arregladita, mano quebrada, y sonrisa femenina que cocinaban para más de doscientas personas durante el viaje. Para cada comida preparaban dieciocho kilos de arroz divididos en dos enormes ollas, y lo adornaban con un poco de carne con papa y cebolla para que no resultara tan triste. En el viaje desarrollé una interesante relación con los cocineros a partir de su inicial atracción por mí, de mi interés por la cocina de gran escala, y sobretodo, de mi necesidad de retratarlos.

(Nota: todas las fotos fueron tomadas en barcos entre Yurimaguas (Perú) y Leticia (Colombia) entre agosto y octubre de 2008)

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amarilla [musa paradisiaca]

amarilla    [musa paradisiaca]
"violadora de parajes recónditos, mi [bicicleta] llega adonde no llega el carro o el peatón" (f. vallejo) /

recorrido a través de suramérica [oEste-este]

recorrido a través de suramérica [oEste-este]
actualizado el 29 de marzo '09 en areia branca do rio grande do sul, brasil. recorrido en bici en azul / caminando en negro / en automovil o bus (gasolina) en rojo (el avión por ahora no lo pongo...) en barco por el amazonas azul punteado / paradas a dormir en cuadro negro con punto amarillo (solo sobre el amazonas y brasil. / del ecuador y perú, se pueden ver en entrada antigua (en proceso... como todo)