[ bicitácora en eterno borrador ]

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primero desde las montañas de Colombia, del Perú y del Ecuador. después desde la Amazonía toda hasta el extremo oriental brasilero. París. Sarajevo. Y ahora, Delhi..

nota: Las entradas no están en orden cronológico, pero cada una tiene fecha: 'd' corresponde al día de viaje, siendo el primero -el día del viaje- el 'd 0'.

sábado, 20 de diciembre de 2008

un año


En pocos días se cumple un año desde que salí de la casa en dos ruedas. Si, trescientos sesentaycinco días rodando. Ha sido mucho más de lo que esperaba y siento de alguna manera que todo aun empieza... o sigue empezando cada día. El ser conciente de los aprendizajes todo el día, fuera de la monotonía no ha dejado de enseñarme.

No podré estar para ese aniversario pues decidí irme a pasar las fiestas de fin de año compartiendo con una familia hermosa que optó por dejar la vida como normalmente la entendemos y vivir en medio de la selva, de manera autosuficiente y sostenible. Una familia normal, que de otra amnera lucharía la vida en las calles de Pereira, de Bogotá o de Florencia. Y les digo, viven en abundancia, tranquilidad y equilibrio. Papá, mamá, hijos y sobrino; dedicados a la siembra, a la caza, la pesca, y a la sabiduría de la vida en medio de la naturaleza. Me han recibido como nadie, con la generosidad total, en un mundo donde no existe el dinero.

Agradezco a los que han estado leyendo (en un año más de 10,000 visitas), y más, a los que se han atrevido a comentar. Yo prometo seguir aprenidendo y compartiendo cosas cada vez más valiosas. Por ahora, me queda la satisfacción de un año de crecimiento y aprendizaje, y me preparo para proyectar el próximo año, y vivirlo siguiendo el camino del bien. Puedo decir que este año se cumplió el propósito de ser consciente, pero claro, queda mucho trecho.

Por ahora tengo la satisfacción de haber encontrado muchos hogares de gente que vive de una manera distinta al que propone el capitalismo salvaje que pretende consumir el mundo. Invito a la reflexión, que basicamente consiste en ser conscientes que con cada acto estamos planteando una manera de vivir.

Y bueno, ya después de haberme enmaniguado con mucho cariño, espero pronto seguir rodando y llegar al anhelado mar que tanto me llama, pero que no he logrado alcanzar por estar atado en medio del enredo que es la selva.

La cámara se ha convertido en un catalizador de todas las experiencias, en motor de sueños, y en modelo de lo que consiste aprender, con dedicación, en esta vida.

Me despido por unos días con los pies en la tierra, parado como un árbol.

jueves, 18 de diciembre de 2008

san diego vive libre

jueves 18 de diciembre, 2008 *
d 357
_el tucumá, isla de la fantasía, leticia, amazonas, colombia

Sorpresivamente la fiscal pidió prescribir el caso que pretendía condenar a San Diego a más o menos tres años de carcel. La juez ordenó su libertad inmediata; libre de cargos. No ha pasado nada. O casi nada. Se hizo justicia. ¿Justicia? Buieno, no pasó casi nada, además de estar treinta y un dias encerrado en la cárcel de Leticias, sin siquiera una celda asignada. Perdió el trabajo de profesor de primaria. Cuando fue arrestado salió por televisión local sin siquierta ser informado. Calumnia. Seguro, adentro aprendió muchas malas mañas. Pero bueno, mejor no hablar ahora de dignidad.

viernes, 5 de diciembre de 2008

mi barrio

Este es el barrio fluctuante en el que he vivido sobre el río amazonas los últimos tres meses. Sólo un vistazo.

video grabado y editado por compañero de tripulación, mauro carvajal.

Y como ñapa, está joya que me apareció. Una china dice que Tolkien dijo que

"Not all who wander are lost"

sábado, 29 de noviembre de 2008

de presos y patos


viernes 21 de noviembre, 2008 *
d 330
_el tucumá, isla de la fantasía, leticia, amazonas, colombia

El pato estuvo amarrado hasta un domingo de tormenta de los vientos de Santa Rosa. Pero esa no sería la última vez. Ese no fue un día normal para ninguno de los dos: ni para él pato, ni para mí. Yo llevaba una semana en la zona, pero hasta entonces había dormido en la selva, nunca en la ciudad. Un amigo de mi tío me había hablado de la posibilidad de dormir en el Tucumá, un barco al que le estaban haciendo mantenimiento al otro lado de la Isla de la Fantasía.

El día que llegué a Leticia por río le pregunté al motorista si lo conocía.
-Ese barco amarillo que ve amarrado ahí en la orilla del río, ese es el Tucumá.
Pero cuando fui a buscarlo para pedir posada, ya no estaba ahí.
Qué extraño, pensé, ¿cómo era posible si yo había seguido el camino indicado? Bajé al malecón y pasé sobre el tambaleante puente de tablas hasta la Isla de la Fantasía; recorrí el camino de tierra que cruza la desnivelada cancha de fútbol en diagonal y entra dentro del arco del costado norte; enfilé por el sendero que comienza después de la última casa; atravesé el pantano caminando sobre las cataguas (unos enormes troncos del árbol del mismo nombre que se utilizan para hacer las balsas por su flotabilidad y resistencia para permanecer sumergidos), y luego el campo de arroz hasta la playa que dejaba el río al secarse. Ahí, en la orilla, debería estar el Tucumá. Lo había visto esa mañana. Pero no estaba.

Mi cara de desconcierto debió de haber sido evidente, porque una señora me gritó que al Tucumá se lo había llevado el viento antes de que yo pudiera pensar en preguntarle. Era doña Abigail, a quien más adelante conocería. Mi desconcierto aumentó cuando vi que el barco estaba en la otra orilla, en el Perú; sabía que el Tucumá no estaba en condiciones de navegar. Al parecer, la misma tormenta que me había obligado a esperar cerca del puerto en un almacén de papas, había vencido las amarras del Tucumá y lo había llevado a la deriva y contra la corriente hasta el otro lado del río Amazonas. Para esa época ese brazo del río tenía más de un kilómetro.

Los vientos de Santa Rosa los habían soplado hasta el otro lado. Se llaman así por la población homónima que queda enfrente de Leticia, en una isla perteneciente al Perú. En agosto estos vientos atemorizan a toda la población. Su nombre es en plural porque realmente son dos vientos: uno primero que va de Leticia hacía Santa Rosa, largo y con una fuerza que se incrementa; hasta que cesa repentinamente; y otro que se devuelve en dirección inversa arrasando con todo. Esos vientos aflojaron los amarres de las vigas, ancla y manilas y se llevaron el barco hasta el Perú.

Conseguí entonces que una canoa me cruzara a la otra orilla. Cuando llegué al barco el capitán me recibió emocionado; la tripulación aún estaba conmocionada por lo que había sucedido. Inmediatamente los conocí a todos: el Capitán Iago, su hombre-todo Maolo, y un gato banco con manchas atigradas llamado Fuhrer. Pronto descubrí que había otro tripulante: en medio del saludo el capitán gritó ¡mi pato! y corrió hacía la popa. Volvió agitado; acababa de salvar al pato de ahogarse. Con la tormenta se había caído fuera del barco y, como estaba amarrado, quedó enredado debajo del casco.
-¡Hi-jué-pú-ta! ¡Mi pato! ¡Casi se ahoga! Lo solté y no me importa si se va a la balsa de doña Abigail y se come toda la comida de sus patos.
Sin embargo, esa no fue la última vez que lo amarraron. Pero me adelanto a lo que ocurrió. Ese día entré a formar parte de la tripulación. Por haber sido el último en llegar me correspondió ser el último eslabón de la cadena alimenticia. Pero esta historia es sobre el pato.

Entonces conocí la historia del pato: la vecina se lo había regalado al capitán para darle la bienvenida al barrio de balsas flotantes. Aunque el pato tenía el porte exacto y correcto para haberse llamado Alberto Octavo, Luis Trece o simplemente Su Majestad, el imaginario del capitán, viciado por una adolescencia metalera en el Valle de Aburrá, no acertó más que a bautizarlo MacPato.

Hasta ese momento la relación más cercana que yo había tenido con los patos, o con la idea de pato, era la canción que había oído incansablemente cantar a Joao Gilberto cuando aprendía portugués; cuenta la malograda pero fantástica historia de un cuarteto vocal formado espontáneamente por un pato, un ánade (especie de pato que no sé cómo se llama bien en español pero en portugués es simplemente un marreco), un ganso y un cisne que terminan cayéndose al agua en medio del ensayo.

Al principio lo dejaron vivir en el barco como uno más: caminaba por entre los camarotes y recorría la cubierta. Sin embargo, perdió todos los privilegios al no entender que no se podía cagar por todo el barco. Entonces, pasó a vivir en la popa desde donde saltaba al agua y nadaba hasta la balsa de la vecina que no tardó en quejarse.
-Pero vecina, ¿qué hacemos entonces con el pato?
-Pues amárrenlo, contestó tajantemente.
Y así estuvo hasta el día de tormenta donde casi muere ahogado

Durante las primeras semanas que estuve en el barco el pato estuvo ausente casi todo el tiempo y lo olvidé. Dos meses después, apareció amarrado nuevamente en la popa.
-Me tocó amarrarlo otra vez porque le mató dos pollos a doña Abigail, dijo el capitán.
Se había convertido en un peligroso criminal que amenazaba el vecindario y debía ser aprisionado. A los pocos días yo ya no podía soportarlo; no sólo por la crueldad de tenerlo encerrado, sino por el asco que me producía el olor de sus desperdicios.
-Listo arquitecto, entonces hágale una casa.
La orden del capitán fue más trascendental de lo que él mismo pensaba, pues convirtió al pato en mi primer cliente.

Con la ayuda de otros marineros le construí una balsa. Con sogas amaramos varios troncos que la corriente llevaba río abajo e improvisamos una sombra con unos mástiles y una toalla desgastada. La amarramos al barco y ahí amarramos al pato. Entonces, no sólo el pato se convirtió en mi primer cliente, sino su cárcel en mi primera obra. Los primeros días fueron duros para mí; el pato se enredaba con los palos y el mástil hasta quedar inmovilizado y adolorido. Desenredarlo era complicado porque al no entender la situación daba picotazos. Para compensar su mala vida, comenzó a tener visitas de una pata de la vecina que nadaba hasta su balsa y le hacía compañía.

Hasta que otro domingo, parecido al día que llegué al Tucumá, todo volvió a cambiar de nuevo. Ese día el capitán no llegó a dormir. Al otro día nos enteramos que había pasado la noche con una amiga del puerto. Pero el lunes tampoco regresó. Al enterarnos que había sido encarcelado quedamos sin habla: eso nos convertía en huérfanos.

La denuncia era ambigua y según los abogados el caso se resolvería pronto, cuestión de procedimiento. Entonces aproveché la falta de mando incitando un pequeño amotinamiento: a pesar de los picotazos corté la cuerda que lo amarraba del tobillo y lo liberé. Al principio el pato no entendió su nueva condición y estuvo un buen rato inmóvil, como si aún estuviera encarcelado. Nos tocó atraerlo con comida hacia el agua para que saltara y sintiera su libertad.

El pato no sólo se había acostumbrado a la balsa sino que le había gustado y la consideraba su casa (al menos eso me gusta pensar). Desde entonces vive en ella. A veces sale a dar vueltas por el vecindario y visita a la otra pata. O bueno, la que pensábamos que era una pata; mientras él se paraba envalentonado inflando el pecho, ella movía la cola. Después, saltaban al agua y daban una vuelta nadando. Pero ayer algo extraño sucedió: yo estaba observando su comportamiento en pleno coqueteo para poder escribir este cuento cuando la que pensábamos que era una pata se le paró encima y lo sujetó por el pescuezo con el pico mientras intentaba poseerlo. MacPato logró zafarse y se hundió, y apareció varios metros más allá y se le escapó. Ahora parece que los dos son machos porque desde entonces MacPato no permite que se acerque a su balsa. No sólo es difícil esto del reconocimiento del sexo de los patos, sino todo su comportamiento sexual

Yo siempre pensé que si el pato iba a estar amarrado era mejor comerlo.
-No hay manera, ni pensarlo, eso queda prohibido, repuso el capitán, y añadió, donde manda capitán no manda marinero.
Ahora el pato está libre y es cada vez más grande, más gordo. Y como ahora no hay capitán, me amotiné de nuevo y decidí que en celebración de su pronta libertad comeremos estofado de pato. Alea jacta est.
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* del diario

iquitos. pequeña ventana abierta a la selva y a la historia




f. belem, moto-bus,

martes 2 de septiembre, 2008 *
d 250 / k 3153
_iquitos, loreto, perú

Hace tres meses que salí de Iquitos y hasta ahora, inexplicablemente, no había escrito sobre esa ciudad multifacética y sobre los eventos que acontecieron desde que la dejé: el barco con todas sus historias, la llegada a Leticia y la inmediata e intensiva salida a la selva con mi madre visitante, el fallo de la cámara, la búsqueda de casa y la cantidad de gente y lugares que aparecieron en ese intento hasta terminar viviendo en un barco; sucedieron muy rápido y no alcancé a digerirlos. Quizá me hizo falta pedalearlos. Ahora, al recordar los días que pasé allí, tengo un bombardeo de recuerdos tan diversos como la ciudad misma.

Iquitos es una ciudad marcada por los altibajos de su historia. En las capas que fácilmente se distinguen entre el hervidero de motos y mototaxis están grabadas sus memorias. A primera vista se distinguen tres escenarios distintos: los restos decadentes de una época gloriosa ya concluida; un reducido pero dinámico turismo extranjero que da visos de ciudad cosmopolita; y una creciente población al margen de la formalidad.

El pasado de Iquitos está marcado por el breve y abundante apogeo del negocio del caucho. Mientras en la selva las poblaciones indígenas eran diezmadas por la brutal, sistemática e invisible explotación de los caucheros, en la ciudad se vivía un esplendor económico exuberante. El exceso fue la regla tanto en la selva como en la urbe asegurando un destino fatal. La riqueza encegueció a los voraces empresarios. La impenetrable y desconocida selva imposibilitó cualquier tipo de control institucional. La naturaleza, manifiesta en un hongo, impidió la creación de cultivos eficientes. El negocio nunca pudo organizarse y en poco tiempo fue insostenible frente a los recientes cultivos en tierras orientales. De igual manera el exceso de riqueza marcó a la ciudad para siempre.

En el Palacio de Hierro (nombre que para mí es un triste eufemismo) esconde, y revela, mucha información en su recargada estructura metálica. En las guías turísticas y arquitectónicas de la ciudad está resaltada como hito: aparentemente no sólo fue diseñada en los talleres de Gustave Eiffel; la historia cuenta que las piezas se fabricaron en sus talleres de París. Lo que sí se sabe es que fueron traídas desde Francia hasta el corazón de la selva en pleno siglo diecinueve. Intrigado me dirigí la primera noche a la plaza principal a buscar el edificio. Me paré en frente suyo en mi cara se reveló una sarcástica sonrisa. El edificio no solo carece de valor arquitectónico, a pesar de la innovación técnica y la extravagante logística, sino que hoy en día sobrevive sin dignidad. Seguramente por la incoherencia del material con el clima, su estructura metálica original está revestida con una burda capa de pintura plateada y metalizada. El interior está fraccionado y ocupado por una variedad de locales con iluminaciones ordinarias: una comida rápida de neones rojos, una droguería de intensa luz blanca, y una taberna oscuramente lúgubre. Al principio resulta extraño que todos están llenos de turistas. La razón es que a pesar de ser una ciudad con un indudable atractivo por su historia y por varios lugares a su alrededor, en sí misma tiene muy poco que ofrecer al turista promedio además de unas pocas cuadras con bares y restaurantes ordinarios y un malecón poblado de vendedores ambulantes en busca de dinero fácil.

La orilla del río ha variado su localización con el paso del tiempo. Primero se acercó a la ciudad, atropellando a las edificaciones del frente urbano. Después retrocedió, se alejó de la ciudad y surgió un pedazo de tierra que emergía y se sumergía con las variaciones del nivel del río. A medida que pasó el tiempo ese terreno fue creciendo y se fue poblando de casas flotantes que aterrizaban en tierra cuando el río se secaba. Con el tiempo y la incontrolada expansión se organizaron en barrios con plazas y calles de formas medievales. Hoy en día sigue siendo un barrio informal (sin servicios públicos) pero institucionalizado (con edificios públicos como escuelas); en medio de las casas flotantes de madera hay edificios de concreto empinados con columnas sobre el suelo inundable. Este sector es un destino turístico indudablemente con carácter particular, pero la miseria y la suciedad no permiten que su visita sea una experiencia agradable.

A pesar de la retahíla de inconformismo con la ciudad como destino turístico, nuestra estadía fue placentera. Una familia nos hospedó en su casa de patio alargada lejos del enclave turístico. Nos instalamos en el cuarto del hijo que trabajaba como guía en una reserva. En los otros cuartos vivían la madre, sonriente y amorosa, la hija, pila y amistosa, y el abuelo, senil y silencioso. Con ellos compartíamos comidas familiares donde conversábamos como antiguos conocidos. Además, nos dedicamos a recorrer en bicicleta la ciudad y sus alrededores sin guías y sin prisa.

Mi interés por ver las películas que Herzog había desarrollado en la región permitió que conociera un lado cotidiano e intelectual de la ciudad. A partir de la búsqueda fui recopilando datos que me llevaron a la ecléctica y sugestiva oficina de un sacerdote español que llevaba más de cuarenta años al frente de la vida cultural de Iquitos. No sólo me abrió las puertas cerradas para forasteros para tener acceso a la más rica videoteca de la ciudad, sino que resultó ser amigo personal del excéntrico director y me contó historias de primera mano de sus rodajes y de su pasional relación con el delirante Klaus Kinski. No pude evitar estremecerme al ver como hacía de Fitzcarraldo y se enfrentaba a los feroces indígenas con la voz de Caruso como única arma.

Ahora me sorprende recordar que la despedida de la ciudad fue una sesión espiritual con un voluntario de Falun Dafa donde naturalmente se materializó la importancia de la conciencia, la determinación, la persistencia, la concentración y el compromiso como exigencias para recorrer el camino de la realización personal.

* * *

En el barco que nos llevó a Iquitos me llamo la atención la abierta presencia de homosexuales y maricones. Sin embargo no pensé que habría tantos en la ciudad. Estaba realmente impresionado con la cantidad y naturalidad de la población gay: los meseros en los bares, los cocineros de los barcos, el personal de los cibercafés...

* * *

En los alrededores de Iquitos tuvimos nuestro primer encuentro con el territorio amazónico: las comunidades indígenas, los animales silvestres, las playas de arena amarilla, los senderos dentro del bosque, y el transporte fluvial como única alternativa.
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rio amazonas. misioneros en tiempo real




jueves 4 de septiembre, 2008 *
d 252 / k 3153
_iquitos, loreto, perú



En el barco hacia Iquitos conocí a una de las familias más excéntricas que he tenido como compañía en un viaje. El día del viaje llegamos al barco temprano para asegurar un puesto decente (los límites de la decencia son bien extensos). Subimos al tercer piso y colgamos nuestras hamacas junto a las de una numerosa familia de gringos. Eran diez: un señor y nueve adolescentes, de los cuales cuatro o cinco eran hijos suyos. Lo que aparentemente era un grupo de aventureros resultó siendo una secta misionera. Eran cristianos estadounidenses que habían decidido viajar un año por la pobre y necesitada latinoamérica para ayudarlos con la palabra del señor. Yo fui reticente desde el primer momento, pero Pablo si les siguió la corriente, en parte por curiosidad pero también por divertirse, y salió premiado con una versión de bolsillo del nuevo testamento.

Todo el viaje estuve asombrado por estos adolescentes que leían la biblia con más entusiasmo que que el mío por la fascinante historia del Conselhero de Canudos , sin duda una de las lecturas más apasionantes del viaje. Cada vez que el barco paraba en un caluroso y destartalado poblado nosotros nos bajábamos a tomarnos una cerveza y a contemplar a la tropa de jóvenes repartiendo biblias y volantes sobre la venida del señor. En los largos trayectos por el río recorrían el barco entrevistándose con los desprevenidos viajeros, iniciando siempre la conversación de la misma manera:
-¿conoces la biblia?
En las noches, mientras la exageradamente sobrecargada tripulación intentaba acomodarse y descansar, ellos abrían un círculo a la fuerza y se sentaban a leer la biblia y a cantar himnos religiosos en español, invitando a los curiosos a unir sus voces.

Hubo un momento sublime. La hija menor del “pastor” estaba en su hamaca escuchando una historia que le contaba el único integrante peruano de la secta. Su papá le dijo que por qué no mejor iba a leer la biblia.
-O daddy, after the story.
-No, I think you should leave the story for another moment and go read the bible.
La mirada y entonación rotundas no permitieron que siguiera la discusión.

Lo único bueno de haber conocido a esta familia que había decidido regalarle un año al señor catequizando a la América india (además de la extrañeza y fascinación) fue que gracias a ellos viajamos gratis. Antes de partir intentamos comprar nuestro pasaje tres veces, por temor a perder el viaje dado el sobrecupo del barco, y siempre recibimos tajantemente la misma respuesta:
-Vayan a sus hamacas que más tarde pasamos cobrando.
Al parecer nos confundieron como miembros del extenso grupo, porque nunca pasó nadie pidiéndonos el pasaje.

Todavía hoy, después de tanto tiempo, me impresiona el recuerdo de esos jóvenes obstinados y dogmáticos.

* * *
El recorrido en barco por el Amazonas peruano me permitió conocer el increíble mundo de los israelitas. Al saber de su existencia me extrañó la presencia de comunidades judías en esta región. Prontamente fui corregido por uno de ellos:
-Los israelitas somos el pueblo de Israel, seguidores de la palabra, y no Israelíes, habitantes de Israel .

En el camino por el río van apareciendo poblados doblados; junto a Macedonia, Nueva Macedonia, y así sucesivamente. En las últimas décadas se han reunido muchos colonos provenientes de todo el territorio peruano (de Pucallpa hacía el Pacífico: Chiclayo, Piura, Cuzco, etc.) que se apropian de terrenos inhabitados cerca de poblaciones e instalan granjas autosuficientes. Viven en comunidad de acuerdo a su interpretación de la sagrada palabra de la biblia. Y dicen hacerlo textualmente. Su apariencia es muy llamativa: los hombres se dejan crecer el pelo y la barba naturalmente y las mujeres usan un largo velo que cubre sus cabelleras, generalmente de color azul oscuro, pero en ocasiones vinotinto o celeste, y todos usan ropa recatada. Cuando le pregunté a uno el porqué de sus vestimentas me contestó:
-¿ha leído la biblia?
El raro de la tripulación era yo, y el viaje se tornaba cada vez más interesante, a pesar del pánico que me producen las sectas dogmáticas.

En una población bajé a tomarme mi habitual cerveza helada para el bochorno. Entonces le pregunté a la señora que atendía por los Israelitas.
-Al principio no les permitían venir al pueblo, pero poco a poco han ido viniendo, a vender sus cosas y a comprar lo que necesitan, pero además de eso, no hay interacción.
-Y, ¿cuál es la diferencia entre ellos y ustedes?
-Nosotros somos católicos y ellos son cristianos.
Para mí la diferencia no era del todo evidente, así que insistí.
-¿pero además de eso, todo es igual?
- ellos no toman trago, acá sí, de resto es la misma cosa.
Después me enteré que los israelitas son siempre colonos venidos del interior del país. Los oriundos de la Amazonía han sido convertidos por otras iglesias: evangélicos, cristianos, católicos, adventistas del séptimo día, etc.

Cuando llegué a Leticia supe que los israelitas ya se han extendido a suelo colombiano, y que hay varias poblaciones en el Amazonas conformadas por colonos creyentes venidos de lugares tan lejanos como el Valle del Cauca, Santander y el Magdalena.
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amazonas. la vida es imposible sin magia

jueves 4 de septiembre, 2008 *
d 252 / k 3153
_iquitos, loreto, perú

La vida del hombre en la selva es una lucha constante que como exige fuerzas y voluntad, hace de los habitantes gente valiente y estoica. Los misterios y peligros de la selva llevaron a las comunidades durante siglos a vivir en comunión con el entorno. La vida estaba basada en un equilibrio divino y natural. Todos los seres eran gentes iguales con un lugar en el orden cósmico. La única manera de que la comunidad perdurara era respetándolo. De generación en generación se transmitía el conocimiento ancestralmente recibido de las deidades a través de diversos métodos igualmente divinos como el yagé.

De esta manera, todo estaba impregnado por una magia divina que garantizaba el equilibrio y dotaba la existencia de un sentido. La vida misma (el trabajo, el tiempo, los oficios, el conocimiento, las relaciones, el alimento, los rituales) estaba regida por una visión cosmológica integral, absoluta y eterna donde todo estaba conectado. Todo hacía parte de una sola cosa. Esa comprensión está indudablemente más allá de nuestro entendimiento. Y es que vivir de otra manera en la selva no es sostenible sicológica ni espiritualmente.

La colonización trajo simultáneamente el desencantamiento de la cultura y la imposición de creencias importadas. Cuando llegaron los nuevos habitantes intentaron implantar un modo de vida externo y desvirtuaron la manera local. Pero sobrevivir en la selva sin una fe que organice el mundo es imposible y ahora esos habitantes se apegan a creencias occidentalizadas llevadas hasta adoctrinamiento de la creencia cegadora. Esas creencias no tienen ninguna relación con el lugar, ni entienden sus necesidades ni su equilibrio. Fue tal la soberbia del forastero que nunca hubo siquiera el esfuerzo por entender el encantamiento intrínseco en la cultura autóctona. Ahora el mundo ha sido despojado de esa magia y las poblaciones están atiborradas de diversas iglesias, todas iguales pero diferentes, sectarias y excluyentes, y sobretodo, apartadas de la realidad. Se perdio la magia y el sentido que tenía la vida acá, y se disolvió todo el contenido, toda lógica y manera de relacionarse con el mundo. Pero bueno, eso no ha de extrañar. Es fácil destruir y seguir prejuicios, más no estudiar a partir del respeto y entender todas las dimensiones de la existencia.
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¡daddy , we´re squeashed!



jueves 4 de septiembre, 2008 *
d 252 / k 3153
_iquitos, loreto, perú

Además de la familia cristiana, fuimos los primeros en llegar al barco y coger puesto en la cubierta superior, en el tercer piso. Tuve mucho tiempo para contemplar como poco a poco iban cargando el barco. El diseño era perfecto: abajo, el lugar más accesible, caliente y encerrado, lleva la carga y arriba, abierto, ventilado y con mejor vista, viajan los pasajeros. No sólo es la manera más práctica y cómoda para los pasajeros y para los encargados de embarcar las mercancías, sino que es coherente con las condiciones físicas requeridas para garantizar la estabilidad del barco; la estiba se distribuya de tal manera que el mayor peso esté en la parte inferior de la embarcación.

Impresionado vi como una y otra vez los encargados llevaban la mercancía de los camiones a las bodegas del barco. En una danza repetitiva subían la colina de tierra hasta los camiones donde los cargaban con cantidades asombrosas que llevaban en fila hasta las entrañas del barco: básicamente costales de harina, de sal o de arroz, y litros y más litros de gaseosas multicolores. En eso consiste el movimiento de productos industriales hacía las comunidades indígenas. El sol abrasador que me permitía a duras penas soportar la existencia parecía no quebrantar la voluntad de estos hombres de llevar toda la carga a bordo. No descansaban ni parecían estar cansados. O, quizá, no podían darse el lujo de estarlo.

De igual manera que la bodega de carga se iba llenando, los pisos superiores de pasajeros se fueron atiborrando. Como el barco era metálico, salvo por el líquido no había diferencia con una lata de sardinas. Resultaba extraordinario ver que cuando uno pensaba que realmente ya no había manera de embutir una hamaca más, poco a poco seguían entrando pasajeros que se acomodaban de cualquier manera. Fue así como fuimos obligados a acercar nuestras hamacas cada vez más a los vecinos hasta que unas tuvieron que subir y las otras que bajar, formando diferentes niveles de acomodación. Resulté durmiendo debajo de uno de los jóvenes cristianos. Su hermana parecía estar aún más incómoda que yo y en su asombro sólo atinó a decir:
-Daddy, ¡we’re squeashed!

Para soportar la saturación de pasajeros me vi obligado a contemplar el horizonte mientras recordaba a Fitzcarraldo encarnado por Klaus Kinski recorriendo los ríos amazónicos espantando maldiciones con un fonógrafo que reproducía a todo volumen la voz de Enrico Caruso. Yo no tenía esa voz, pero estaba protegido por la voz traspasadora de conciencias de bob.
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miércoles, 26 de noviembre de 2008

en la casa del jaguar (notas)


En la región de Iquitos está Pilpintuwasi, la casa de las mariposas. Allá estábamos contemplándolas volar, cuando oímos un rugido a lo lejos.
-Un jaguar, dijeron.
-¿un jaguar?
¿Yo vine a este lugar para ver mariposas y ahora resulta que hay un jaguar? Sentí nervios, ansias, deseos. Hasta que fuimos a vistarlo. Había una reja cerrando un espacio grande, pero controlado, como una cancha múltiple. Peor no veíamos al jaguar. Apareció sin avisar, en nuestras narices. Sentí una presencia muy fuerte, sobrenatural. Después de contamplarlo un instante infinito, hablé con él. Mi barriga rugiente se comincó con la suya, y descubrí que el jaguar ruge con el estómago. Ese día estaba cautivado con su piel, sus patas, su mirada, su fuerza contenida, sus manchas en el espinazo y en la cola. Algo inolvidable. Me convencí que si la anaconda es la reina, él es ciertamente es el rey de la selva. Comprendí que los chamanes más poderosos son los únicos que pueden entrar en él, ser jaguar. Ese día yo hablé con él y él habló conmigo, y me invitó a su casa, a la selva.

Varias semanas después estábamos recorriendo un sendero cercano al lago Onca (jaguar en portugues), con Santiago, un cazador. En un momento escuchamos ruidos y nos dejamos guiar por el olfato de nuestro guía. De pronto lo vimos. En el barro, revolcándose, luchando, estaba el jaguar cazando a su presa. Estaba de espaldas. Nunca olvidaré las manchas de su parte superior. La dificultad del terreno pantanoso lo tenía concentrado y pudimos contemplarlo por un tiempo corto, pero eterno. De repente se volteó y nos sostuvo la mirada a los ojos por un breve instante, y salió a perderse. Ese instante que se congeló y quedó eternizado para siempre. Fuimos al lugar de la pelea y encontramos que nos había dado la bienvenida a la selva dejándonos su presa agonizante, con la mirada perdida, ya en el otro mundo. Le preparamos una mochila de hoja para llevarla, la preparamos, y la comimos.

Cuando llegué a leticia, conocí a alejo, y nos llevó a su casa, nos invitó a dormir, y cogió una guitarra y tocó desprevenidamente la senda del jaguar (la pipa de la paz). Esa canción nunca me había interesado, pero de repente, en la selva, en la tierra de las malocas y del paraíso, cada palabra se colmó de sentido, y la canción me conmovió, dibujándome la senda del jaguar.

En el Calderón pudimos tomar yagé en medio de la selva. La puerta con el más allá, el inicio del viaje, fue al entrar en uno, dos y tres jaguares. Vi venir uno de frente, y rápidamente se abalanzó hacia mí, y yo ya estaba adentro, y entonces venía otro en el que entré, y otro. Cuando entré en la tercera boca, todo quedó en tinieblas. Poco a poco aparecieron figuras, luces, formas, y estuve imbuido en una selva de colores y sonidos vibrantes.

(con la mente puedo decidir hasta donde quiero que vayan las cosas, como siempre lo he hecho, pero en el mundo, donde no hay reglas establecidas, y los límites están disualtos, es más dificil desear, porque el campo a abarcar es inconmensurable.)
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valeria (notas)


Los peligros del camino son nada más ni nada menos que los mismos peligros de la vida.
Sólo el hecho de estar vivos nos abre al peligro, y vivir plenamente implica estar abierto al riesgo.
No arriesgrase puede tal vez disminuir los peligros, pero no correr riesgos tiene el peligro de volverse un hábito,
y el hábito tiene el peligro de volverse un vicio: el vicio de la comodidad de la rutina que es tratar de evadirse de la vida.
Y no será que el hecho de evadirnos de la vida nos mata?

Valerie Meikle, a remo al corazón de nuestro amazonas.

Esa cita me legó en un correo y fue mi primera y lejana relación con Valeria y tengo que aceptar que no le dí mayor importancia que a cualquier correo reenviado. Es más, lo leí por encima, como todos, hasta varios meses después que la conocí, y la reencontré en mí correo.

Antes de salir de Bogotá llegó a mis manos la versión digital de un diario de una señora que había recorrido el Putumayo a Remo. Estaba tan atareado con la salida que no lo pude ver en profundidad.

Y la olvidé. Hasta que llegué a Leticia y en compañía de un amigo pasamos por una casa de dos vecinas suyas. Me dijo que una era Liliana y la otra su mamá, Valeria. No sé cómo pero asocié ese momento a la señora del libro. No podía creerlo, ¡vivía en Leticia! Desde ese momento me propuse conocerla. Un día la ví a lo lejos en una esquina de Leticia. Era inconfundible: una señora de pelo largo amarillo con un aura transparente. Parecía flotar sobre el pavimento. La abordé y me presenté e inmediatamente me invitó a almorzar venado al curry al otro día en su casa. Así empezó una hermosa amistad.

Tengo la felicidad de tener muchos recuerdos de momentos compartidos con ella. Un fin de semana nos quedamos a dormir en su casa. Aunque íbamos a almorzar, estuvimos tres días metidos sin salir. Un fin de semana de inigualable sobriedad y disfrute. Nos dedicamos a comer, lo justo, pero delicioso (casabe, tucupí, avena, farinha, jugos, chocolate, naranjas, bananos, queso, te), a sembrar plantas, a leer, a dormir, a conversar... La música, además de oirla cantar algunas canciones con su cuatro se limitó a un disco de Paco de Lucia, el domingo al atardecer. Cero alcohol, cero vicios, cero trasnocho. Vida saludable. Fue una celebración a la existencia, a la tierra, a la selva, a la amistad. Ese fin de semana la invitamos a comer ceviche de pirarucú en su casa. Nos quedó como nunca. Ensayamos el tucupí en la mezcla. Y lo preparamos el día anterior, pues siempre las sobras sabían mejor que el día de la preparación. Ese fin de semana pusimos trampas en los ríos y días despues las recogimos, llenas de camarones, y la invitamos a comer una ensalada (no fueron tantos como pensábamos, pero bueno, que cayeron, cayeron). Fueron días agradables, días para sentirse de nuevo en familia, para sentir la familiaridad en la voz interior de una madre, y el cariño de una abuela. En esos días Valeria nos contó muchas historias, o mejor, muchos pedazos de su historia (to cut the story short) Entonces, todo se conectó y descubrí que años atrás había conocido a su hija Clea en Bogotá.

Valeria nació en 1937 en Londres. En 1959 llegó a Colombia y ha recorrido el país como ninguno, especialmente visitando a las comunidades indígenas. Vivió en muchos lugares, pero el momento que mejor conozco es cuando compartió con los Secoyas en el Yaricaya, afluente del Putumayo, con quienes pasó dos años y desde donde emprendió su viaje a remo con Miguel, su compañero en ese momento. Cuando recorrió 1500 kilometros a remo tenía 56 años.

Después la invitamos a recorrer el Tacana o el Calderón a remo. Yo quería que fuera pero sabía que diría que no. Fue la más emocionada de todos. El bajo nivel de las aguas nos impidió hacer el viaje en canoa, y finalmente nos fuimos caminando a la casa de Miguel, (su compañero de esas aventuras) en el río Calderón. Fue una semana larga e indescriptible. Solo vida. Contacto con la tierra y con el otro, todos, de igual a igual. Unos días viviendo fuera del sistema del hombre, dentro del sistema de la selva.

He conocido su libro, sus historias, sus músicas. Cuando llegó del Putumayo no pudo volver a Bogotá. -Cómo vivir sin tucupi, sin farinha y sin casabe...
Ahora hay muchas semillas suyas creciendo en el país, no sólo en forma de gente, sino también de reserva natural y de colegio, y sin duda, en el alma de otros que también decidieron salir a recorrer el planeta.
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o unas muy pocas en el blog de paul
* aunque la admiración que siento por Valeria me da para escribir una verdadera crónica, ahora no dispongo del tiempo para hacerlo, así que por hoy me limito a estas notas, como una semilla que permanecerá hibernando indefinidamente, hasta que caiga un gran árbol que abra un claro en la selva y permita que los rayos del sol la hagan germinar.

notas de los días en la selva con mí mama


Ahora llevo la felicidad de haberlo hecho con ella. Estuvimos caminando por la selva, remando por los rios, nadando en los lagos, conociendo las malokas y las comunidades, sus secretos, su magia, vimos cazar al jaguar en medio de la selva, vimos volar los micos, cantar el gavilan.

* * *

el calor me tortura
el agua me hace bien
la selva me hace bien
mi madre me hace bien

* * *

Una noche el río se convirtió en una serpierte camaleónica que se cambia su disfraz de acuerdo al movimiento de las nubes plateadas por la luna. Al día siguiente, el sol naciente la convirtió en una serpiente centelleante que se engorda y se adelgaza por entre las pocas playas que deja su cuerpo.

* * *

Mi mamá es una guerrera. Vivie como todos los mortales, en términos generales, pero no hace más que gozar de la vida humildemente. Ella, con su forma de vivir, sembró en mí el deseo de conocer el mundo. Estando con ella, todo aparenta ser normal, corriente. Pero al ver las fotos, y caer en cuenta que pronto llegará a los sesenta años, resulta increible recordarla remando en canoa, atravesando el río javarí a nado, subiendo a la copa de un árbol de cuarenta metros con arnés y luego tirarse agarrada de un cable a otro árbol a varias decenas de metros. Quedé realmente impresionado. ¡Qué juventud! ¡Qué fuerza! ¡Qué espíritu! ¡Vaya actitud! Tiene además algo que hace que a donde va, todos se encantan con ella, y les aprece la señora más increible con quien han trabajado, sin que haga nada en particular, más que ser ella, trnauqilamente.

* * *

Con el cielo nublado, la luz difusa del sol cae sobr ele rio y se deja llevar suavemente por sus aguas, serpenteando a través del mar de selva tupida.
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* del diario

notas sobre el viaje


Entre más tiempo uno está de viaje menos importan las opiniones, los prejuicios. En este tipo de viaje, a la antigua. Los viajes de hoy en día, de los turistas con fecha de caducidad (el tiempo está limitado de antemano y sólo alcanza para comprobar los prejuicios que se conocían con anterioridad al viaje, prejuicios construidos por los medios. No es como solía serlo, que al viajar se descubría, se conocía a través de la sorpresa y se dependía del local para poder recorrer. Así, la gente se volvía más tolerante, más abierta. Hoy, al comprobar los prejuicios, la intolerancia se fortalece.

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* del diario

la vida en el barco ii


¡qué tripulación tan extraña y singular de jóvenes campeones que se hacen a la mar". robert graves, el vellocino de oro
viernes 14 de noviembre, 2008 *
d 323
_leticia, amazonas, colombia

Hoy amaneció muy temprano. A las cinco y media ya el enomre cielo sobre el río estaba tan iluminado que de la oscura noche sin luna no se distinguía ni el rastro. Después de un café negro me bañé y entonces, ahí metido en el río, pensé lo maravilloso que es haberme bañado en las aguas del Amazonas durante los últimos setenta días, en el corazón mismo de la selva. Y pensé algo aún más maravilloso: he vivido, dormido, cocinado, comido y compartido flotando sobre sus aguas. Así es, vivo en el Tucumá, un barco sediento por el deseo de recorrer la red fluvial más importante de la tierra, atravesando los bosques del pulmón del planeta.

Cuando se vive en un barco, se vive en un lugar con un cielo muy grande. Tan grande que al mismo tiempo se puede ver lo que ocurre en toda la región: desde la cubierta del barco se ven al mismo tiempo el amanecer sobre tierras brasileras, una tormenta sobra Leticia, el sol abrasador sobre Tabatinga, y el atardecer en el Perú.

El Tucumá está en mantenimiento y por eso no puede navegar; además de tener los motores inservibles, corre el riesgo de golpearse el casco, en especial la popa, y llenarse de agua, hundiéndose hacia el otro mundo, ese que he descubierto que existe bajo la superficie, dentro del río mismo. Pero por ahora, ninguno de sus tripulantes queremos que pase algo así. O, al menos, eso espero.

Sin embargo sí hemos navegado, a vela. En agosto soplan los famosos vientos de Santa Rosa que todo lo pueden. Dos veces nos arrancaron de la tierra y nos fueron llevando a la deriva hasta el Perú, sin dejarnos si quiera mostrar miedo ni resistencia.

A pesar de exigir mucho trabajo para ser una casa y de tener que estar a la par con la solidaridad del vecindario (Una noche se hundió La Vorágine, un viejo barco hermoso que está al cuidado de un vecino. Estuvimos colaborándole a sacar el agua. A las cansadas cuatro de la mañana nos fuimos a dormir, pues todo lo que sacamos volvía a entrar por una grieta entre la madera. ), siempre queda tiempo libre para aprender y practicar nudos, y para escribir historia de patos y gatos.

* * *

Aprovechando la situación entramos a un curso de navegación fluvial. El primer día perdimos el tiempo presentándonos a los ocmpañeros, una interesante mezcla heterogenea que introducía a la sociedad leticiana. Pablo dijo que él quería tomar el curso para estar preparado para salvarse en el diluvio universal del fin del mundo. Aunque el curso me dejó muy contento nunca logré resolver la duda más importante: ¿a los navegadores fluviales también se les llama marineros?

* * *
(domingo 5 de octubre)

Un día amanecimos encallados. Quietos. Tratamos en vano de empujarlo para que flotara de nuevo. No parecía tan difícil. La situación empeoraba por el amotinamiento de los marineros; la noche anterior, a las 2 de la mañana el sabio capitán dijo: hay que mover el barco, está bajando el río.
-No, mañana, contestamos mientras saboreábamos la onceaba caipirinha.
Y mañana fue muy tarde. Lo balanceámos para los lados. Pedimos consejo s los vecinos y a un experto ex marina naval. Dijeron que sí salía. Pues no pudimos. El río estaba bajando más de lo que podíamos imaginar. Ese día comenzó una faceta triste para la vida de un navegante y es la vida en un barco sin agua, es decir, la vida en una casa de hierro tirada en la playa de barro, lejos de la orilla. Así no se puede vivir.

Ese día también empezó una vida nueva para Adolfo, el gato del barco (quisiera que se llamara distinto...) Adolfo había vivido toda su vida (al menos la que podría recordar) en el barco, flotando. Para él el mundo era ese objeto de hierro que flotaba en un mar de agua dulce al que le tenía pavor. El día que quedamos encayados, después de mucho contemplar incrédulo desde la proa, se aventuró a saltar a la tierra. No lo poadía creer. El piso no era duro e impenetrable, sino todo lo contrario: polvo, barro, tierra, pastos, huecos, insectos, sapos y un oceano de vida. Sin ir muy lejos pudo pasar toda la tarde alucinado jugueteando con todo lo que se movía a su alrededor. Siempre había sido un cazador nato y agarraba hasta la rendición todo lo que se moviera: piolas, mosquiteros, papeles, manilas, bolsas, y alguna que otra mariposa. Ahora todo era una verdadera presa. Ese día se convirtió en un jaguar sobre Ese día conoció la tierra. Ese día es hoy. ¿Volverá?

* * *

Después, cuando volvimos a flotar, se le veía al pobre Adolfo contemplando la tierra lejana desde la proa, sediento de contacto. En una semana maravillosa tuvimos la suerte de que el río creció mucho y pudimos flotar pegados a tiera. Adolfo salió de nuevo a la tierra, ya con más cancha y la primera noche fue un gran cazador: a la mañana siguiente nos dejó de regalo dos grandes ratas en el piso del barco.
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viajar en el tercer vagón


Puedo decir que he viajado. Aunque me queda todo el planeta, ya he recorrido mucho más que cualquier mortal. En occidente he estado en la américa del norte, del centro y del sur, he ido a las europas más desarrolladas e incluso pasé al áfrica musulmana. Conozco islas del caribe y del pacífico. Me queda por delante mucho. Pero algo si he aprendido: prefiero mil veces viajar en el llamado tercer mundo que en cualquier otro.

Al viajar al primer mundo se va principalmente a corroborar los prejuicios. Uno ya lo conoce sin haber estado. Ya en la cultura mental está delineado. En cambio el tercero es pura novedad y exhuberancia de vida, sorpresas interminables, realidad burbujeante. Francia, por ejemplo, país de la seguridad, ya tiene todo perfectamente establecido. Allá vamos a deleitarnos con placeres, a gastar mucho dinero, pero a descubrir poco, a inventar menos. Todo está presteablecido. Todo está organizado. las posibilidades están de antemano delineadas. Hay cosas permitidas y cosas prohibidad. Punto. En cambio en el tercer mundo, en Colombia sin ir más lejos, todo está permitido. O mejor, como no hay nadie que lo recorra, no hay nada preestablecido y todo hay que inventarlo y descubrirlo a medida que se recorre. La magía no puede esconderse. Y lo más bonito de todo: no hay imposibles. Con un poco de tiempo, imaginación y persistencia, todo es posible. El límite está dentro de la cabeza.

Es necesario aclarar para quien no me conoce (los que sí lo saben hasta la saciedad) que quien escribe estas líneas no es más que un cavernicola descarriado y bastardo que le heredó el gen más bruto y paupérrimo al señor Humboldt. Sin duda soy un salvaje, un tercermundista, y un soñador; un idealista que se niega a creer que el mundo es ocmo lo pintan en la pantalla y que decidió ir a conocerlo, darle una oportunidad, y de paso, buscar la suya propia.

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colombia, el país del espíritu santo


Después de mucho quejarme y desentender el comportamiento de los colombianos tuve una iluminación (ayudada por el maestro boris) y entendí por qué somos así: vivimos en el país dle espiritu santo. No nos puede pasar nada malo, eso sólo a los franceses y a los gringos. No necesitamos cinturones de seguridad ni chalecos salvavidas. Esas historias terribles de muertes trágicas acá no pueden pasar. ¡Alabado sea el señor!

Cambiando de tema... una típica situación local: estoy en un café internet y no aguanto las ganas de ir al baño. Cuando voy a la esquina, al fondo a la derecha me sorprendo pues la puerta tiene un letrero que dice "fuera de servicio". Casi goteando voy a donde la señorita encargada y le pregunto que qué puedo hacer y me dice extrañada, ahí está el baño.
-Pero dice que está "fuera de servicio".
-Ah, si, eso dice, pero claro que sí funciona.
¡Plop!.
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Notas sobre la selva ii


_el mayor río del mundo corre a través de su mayor selva.

_este río (y su interminable red de redes de agua) tiene un quinto del agua dulce del mundo.

_en la Biblioteca del Banco de la República de Leticia se puede usar computador personal siempre y cuando no se conecte en un enchufe.

_Leticia está a 93 metros sobre el nivel del mar, y a miles de kilometros del mar. El río amazonas tiene más de cien metros de profundidad en sus partes mas profundas (¡un edificio de más de treinta pisos!), y un promedio de cincuenta metros.

_un fin de semana tuvimos la suerte de tener que cuidar una maloca alucinante en medio de la selva. Era la casa de los sueños, sin exagerar. Era noche de luna llena, y durante todo su paso oímos un concierto de ranas en trance que no pararon de cantar. Lo extraño es que al otro día seguían croando. A medio dia no habían parado. Una compañera dijo que esas ranas se comían. En ese instante brillaron los ojos de Pablo que todo lo quiere comer. Estábamso dispuestos todos a coger unas para el almuerzo y salimos decididos. CUando llegamos al lugar de donde venía el sonido quedamos atónitos: un charco cuadrado de un metro y medio de lado estaba perfectamente cubierto por parejas de ranas; el macho sobre la hembra, apretándole el vientre para ayudarle a poner los huevos. Algunas se asustaron al vernos y salieron del charco, pero sólo saltaba la hembra: por más lejos que fuera, el macho nunca la soltaba, y veíamos ranas dobles saltando y cantando por doquier. Quedamos profundamente conmovidos. Fue algo parecido a ver a las tortugas gigantes desovando en el golfo de Urabá. Después de un momento de shock, volvimos a la casa en silencio, con las manos vacías, pero con el alma rutilante de emoción.

la vida en el barco iii


El Tucumá: buena onda, familia, convivencia, agua, gas, basura, lavar, secar, subir plasticos, poner techo, lluvias, nevera, hielo, vientos, sube y baja la marea... encallados o en medio de la corriente, la luz, los paneles solares, la energia, la música, orden, espacio limitado, calor, clima, solidaridad vecindario,

* * *

Para ir a la casa, es decir, al barco, hay que caminar al malecón, bajar al riachuelo que es un brazuelito del amazonas y cruzarlo por un crujiente y danzante puente improbable. Si se logra cruzar, se llega a la isla de la fantasía, isla que a veces es, pero cuando el río quiere y crece, desaparece bajo el agua. Se atraviesa la cancha de futrbola de la comunidad, rodeada de casas empinadas y se sortea un pantanal cubierto de pastizales por unas cataguas, unos troncos semiflotantes semi resbalozos.. Luciernagas por doquier. Después hay que recorrer un caminito por entre pastizales y más luciernagas. Entonces se corta camino por una larga playa que va desapareciendo hasta dejar de existir con el paso de las semanas. Al final de la playa, en la orilla, a veces más lejos y a veces más cerca esta flotando, casi siempre, el Tucumá.

* * *

Vivir en un barco es tan romántico como uno cree, estar flotando en el amazonas al atardecer, o al amanecer, o con luna llena, o sin luna, con tormenta, sin nubes, es siemrpe mágico, pero que hay que trabajar, sí, hay que trabajar.

* * *

Algunos recuerdos:

_la balsa de los hippies "la chancaca" (cualquier semejanza con la que usó el Che Guevara en el mismo trayecto es pura casualidad)

_¿marinero? Hace una semana vivo como uno. Si, como un marinero ¿marinero sin mar? Auqnue suena raro, creo que sí.

_El tucumá no navega pero está sediento de sueños de recorrer todas las autopistas de la amazonía, sin duda alguna, un sin fin de universos mágicos.
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notas sobre la vida de frontera


Estoy en la puntita de Colombia. Si camino unas cuadras llegó al Brasil y puedo tomar Antarctica. SI cruzo el río estoy en el Perú y puedo tomar Cusqueña.

Cuando se disputó el partido Colombia-Brasil por la clasificatoria al mundial pude ver el primer tiempo en español con un Aguila y el segundo en portugues con una Antarctica. De uno a otro caminando. Quedaron cero y cero. Lástima.

* * *

En Leticia es obligatorio usar casco para montar en moto. En Tabatinga no. Así que si uno coge un mototaxi en Tabatinga hacia Colombia, hay que parar en la frontera y alquilar un casco para poder entras a Leticia.
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el calderón: tres tribus, tres filosofías (notas)


Caminamos hasta el Calderón, un río a unos cincuenta kilometros de Leticia. Hace veinte años sólo había selva. Ahora hay tres pequeños asentamientos, regados a lo largo del río, antes de la frontera con el Brasil. Río arriba está el monasterio de los gnósticos. En el medio están un par de casas de hombres que la vida llevó a vivir en comunión con la selva, a partir de los regalos indígenas del yagé, el mambe, el ambil... Río abajo están los hermanos israelitas, una comunidad fundada hace unos años por unos llegados del Valle del Cauca que viven según su interpretación de la biblia.

En el barco tenemos un vecino, el más cercano de todos. Se llama Cesar. Fue el líder de los israelitas que llegaron. Fue el pastor. Hace años dejó a la comunidad por una sola mujer, por Marcela, la mona, con quien aún vive, flotando sobre el río en la que fue la balsa de su suegro.

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pensamientos sueltos capturados



miercoles 10 de septiembre, 2008 *
d 258 / k 3219
_leticia, amazonas, colombia

En las mañanas suelo ser silencioso.
No me pasa nada.
Así es.
Así me levanto.
Silencioso.
Así soy.

* * *

Hay que alimentar de sueños el presente. Es decir, el presente debe ser un sueño en sí, uno que es al mismo tiempo soñado, deseado y vivido. O mejor, hay que tener confianza.

* * *

La tía abuela le decía a mi mamá, que su abuela le contaba, que su abuelo le contó, que el hombre a veces piensa pensamientos, y otras veces pendejadas.

* * *

Y por qué no irme a estudiar fotografía a Montreal. O a Sao Paolo.

* * *

Cuando cumplí veintinueve años se me empezaron a salir lo spelos por la nariz.

* * *

Mi mamá dice que me llamé andrés por un día. Ahora mis amigos dicen que me llamo Humboldt.

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del viaje a pie de fernando gonzales (1928)


De todo lo que me dejó Fernando Vallejo, después de entretenerme (con su vida aburrida maravillosamente bien contada) para así apoderarse de mi alma, una de las cosas valiosas fue este libro del filósofo de Otraparte. Llegó en el momento preciso para darme el impulso necesario para continuar, hace ya unos meses, en épocas de días oscuros. Dejo acá sólo algunas de las frases sueltas que pueden tener sentido al fragmentarlas de ese discurso caminado.

"Antes de todo, un autor debe definir su clima interior. (...) He aquí, tomadas de nuestro diario de diciembre de 1928, unas notas que definen nuestro ambiente interior durante la época de la realización, de la gestación de este libro: Cielo azul pálido; quieto al ambiente. Somos felices fisiológicamente. EL Pacífico debe estar rutilante. Todos venimos dle mar. Nuestras células son zoofitos marinos, nadan en soluciones salobres.

Perpetua lucha es la vida del hombre. Concentrarse es el método para vencer.

En este diciembre los árboles deben dar unas sombras muy frescas a las orillas de los ríos del Tropico; las selvas deben tener un silencio religioso en estos mediodías y el mar debe estar tibio, debe enviar a las costas tufaradas de vida. Nos sentimos el animal perfectamente egoísta."

" A la media hora de caminar había nacido la idea de este libro y habíamos resuelto adoptar como columna vertebral moral del viaje la idea de ritmo.

El ritmo es tan importante para vivir como lo es la idea del infierno para el sostenimiento de la Religión Católica. Cada individuo tiene su ritmo para caminar, para trabajar y para amar.
(...)
para no cansarse hay que descubrir nuestros ritmos, ajustar a ellos nuestros pasos y el movimiento de los bordones y acompañarlos de profundas respiraciones de atleta yanqui." 14-15.

"Cada ciencia que posea es una ventaja más para contemplar el mundo. Así, el viajero que sea botánico, gozará de la vegetación. (...) El ignorante se aburre en los caminos; sólo percibe las sensaciones de cansancio y de distancia." 19.

"Ibamos, pues, de cara al oriente, trepando a Las Palmas. (...) Entramos a despedirnos de parientes que veraneaban por allí, gente sedentaria que al vernos de viajeros a pie, nos miraban tristemente como a vesánicos*. Ninguno de nuestros conciudadanos (si es que en Colombia aun tiene uno conciudadanos) podía comprender nuestros motivos. Para ellos se camina cuando se va para la oficina, cuando se viene del mercado. No está aún en las posibilidades mentales de nuestro pueblo el comprender los fines interiores." 20

*vesánicos: de vesania. Vesanía (Del lat. vesanĭa)1. f. Demencia, locura, furia.

"Caminar es el gran placer para el cuerpo, pues todo está hecho para ello." 38.

"El dinero! Indudablemente el nombre mejor para nuestro siglo es este: El siglo del hombre que hace fortuna. (..) El crédito ha reemplazado al diablo en su papel moralizador."

"El diablo, el cura, el bachiller, el míster, el arriero y el mendigo. Ahí está nuestro país." 161
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dejar el perú


Perú pasó de largo. Comparado a los seis meses en el pequeñisimamente enorme Ecuador, o a los tres en los 116 kilometros que tiene Colombia sobre el Amazonas, fue un paso efímero. Además de todo lo dicho, quedan muy buenas cosas. Primero, la Cusqueña, las dos Cusqueñas. Delicia de los andes. Segundo, los ceviches y todas las delicias de la cocina costera. Inigualable. Este era un viaje de cocina (entre par cosas más), pero también es un viaje del absurdo. Por eso no es raro que hayamos corrido por un país de gastronomía inigualable después de recorrer uno de pobre y aburrida cocina...

Y una cosa más. Viviendo en Colombia uno cree que somos el pueblo con peor fama. Pero en Ecuador nos quieren mucho (salvo casos aislados y presidentes) mientras que odian y aborrecen a los peruanos. En Perú, idem. Y en la amazonía, si pasó algo malo, o fueron peruanos, o, en caso de duda, brasileros. Como cambia todo saliendo sólo a donde el vecino.
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* del diario

soy mi propio altar (caminando con cerati i)

Hoy amaneció antes de tiempo y no resisto más hostilidades. Así que calló y escucho.

Harto del sarcasmo
sube el precio del silencio
me hace sentir bien
Caminando todo recobra el sentido. Todo está hecho para ello.

Colmar tu corazón
ver si hay algo desierto

Quisiera hacerlo. Sin límites. Sin preocupaciones. Así que en silencio camino, escuchando, abriendo puertas.
Gozar, perderse mas.
Dejar que tiemble la tierra
y toda frase hecha
Ya no hay cabida para los prejuicios. En ellos ya no creo. Ya no soporto sus altares. No quiero que me traigan ni un dogma más. Y el ritmo ya no será determinado por el exterior.

Suena como el viento
y decidi borrar el tiempo
Soy mi propio altar.
Soy mi propio altar.
Soy mi propio altar.

Nací escéptico. Y crecí escéptico. Y toqué fondo; entendí que duele, y practicarlo es más díficil y desgastante de lo que aparenta a primera vista. Aunque es verdad, no tiene nada que ver con la existencia. De modo que después de haber tanteado las posibilidades que hallé a mi alrededor (nadie podría decir que no lo hice) tuve que buscar adentro, irremediablemente. Crear y creer.

Puedo llenar el vacio
si en ti he cometido
si alguna vez has
escuchado mi ruido

Compartir la felicidad. Amar. Tener y poseer la vida, viviéndola. Componerla.

Lo que respiro es lo que vivo
y lo que veo lo que digo,
no sé si lo describo.

Hago lo que puedo. Quieor hacerlo bien, casi siempre. Fijo un rumbo, y recorro manteniendo abiertas las puertas de la percepción.
Una luz se distorsiona en mi interior
Hay algo en mi alma, brasa y
fulgor
Ya no permitiré que acallen mi voz. Ya no participio en el juego del oxido. La descomposición natural regenera la vida.

Mientras paso este dia lleno de sol
de pronto emerge de mí un fuerte
resplandor

Y a pesar de todo, saber que ahora es todo, y que ahora está bien. No hace falta nada. Hoy no. Quizá mañana. Pero bueno, eso tampoco hace falta.

Claro que si,
estando aqui
me siento mucho mejor

Sin duda. No hay otra opción.

Claro que si,
estando aqui
me siento mucho mejor

Sigo pedaleando, y cuando encuentro ese espacio hermoso, la miel y el gengibre, me apeo, y dejo que todo suceda.

Si hay algo desierto
es que hay algo de cierto

Ya la vida y la búsqueda no son distintos. Ya no hay que buscar. Sólo vivirla.

casa (caminando con cerati ii)

Quiero una casa
Quiero un hangar
Y una torre de lanzamiento
¿Vamos hacia adelante? Percibo confusión. No hay duda que esta es la más perfecta nave espacial para recorrer el universo, y si este fuera solo esta, no haría falta lo demás, y me conformaría con que las estrellas fueran lucesitas colgadas en lo más alto del techo.

Hoy nuestra aldea es todo este mundo
Y no es un mero pretexto

No hay otra opción que construir. Y construir y reciclar ya no puede ser distinto. Las fronteras se desvanecen y el espacio se reduce. Cada vez estamos más cerca.

A lo mejor tener sed enloquece al desierto
Sera la locura que nos hace
bailar

Y a lo mejor esa es la causa de todo, y entonces, ya no hacen falta más razones; sólo dejarse llevar, encontrar el centro de la corriente sin inventar abigüedades.

Ya limpiaste la casa
Ya limpiaste tu cuerpo
Ahora tienes el tiempo

Lo importante es encontrar un ritmo, definirlo. Que sea propio. Imperturbable. Modificable sólo desde adentro, al caminar.

Lenguas de sal, un golpe de oidos
Le doy respiro a los sonidos

Permitir la vida. Permitir que todo gire y germine.

Abandonar la tierra
Y sentir la ingravidez
Sólo para volver a ella. O no.

Desordenado es el afan
Que nos hace bailar, bailar, bailar.

Contigo, quiero bailar.

cosas imposibles (caminando con cerati iii)

Caminar. La única manera de hacerlo es desprevenido, llevando solamente todo lo que se tiene: adentro. Pero reservando todo el espacio necesario para las dos cosas que aparecen.

Si un amor cayó del cielo no pregunto más
en mis sueños nunca pierdo la oportunidad

La suerte no es pasiva. Es activa. A veces llueven sapos, pero sólo lpodemos verlos si estamos atentos. La casualidad nos rodea y el tesoro pasa de largo sin avisar.

Aunque a veces se equivoquen no confundo más
voy a hacer que mis cenizas
vuelvan al papel

Ya no pueden destruir mi casa. Ya no pueden despertar los sueños. Ahora son la realidad. Ya no puedo dejar pasar el momento en que arde la candela. Ya no morirá por descuido ni por falta de fe. Ahora es confianza y familiaridad.

Siempre es hoy
ya es parte de mi ser
Siempre es hoy
lo claro
entre los dos
Siempre es hoy
sos parte de mi ser

Ayer y mañana no pueden distraer este momento de éxtasis. Ahora no están. Sólo estoy yo. Y si es posible, tu.

Quiero hacer cosas imposibles
cosas imposibles

Lo hermoso, es que ya no las hay. Sin afán, poco a poco, todas las posibilidades tienen cabida en la locura de la realidad.

Mi pasión del porvenir
es la eternidad
No me hablen de esperanzas
vagas
persigo realidad

Desearía no tener que repetirlo: todo cabe y pero los dogmas se deshacen tratando de destruir. Ahora sólo se puede construir. Abrir todos los sentidos y frenar la mente. Dejar ser. No hay más elección.

martes, 25 de noviembre de 2008

de presos y avispas


lunes 24 de noviembre, 2008 *
d 333
_leticia, amazonas, colombia

Hoy me desperté con los labios tan hinchados que me quedaba dificil abrir los ojos. Pablo me dijo riendo:
-Bueno días mi negrito.
Me miré en el espejo y era verdad. Siempre he tenido labios prominentes pero ese día tenía una bemba colorá. Por un momento pensé que tanta marimba, cumbia, y currulao, no sólo me habían transformado el alma, sino que empezaban a modificar también mi cuerpo. Pero pronto recordé.

Todo empezó hace dos días, el sábado, cuando iba camino a la carcel a visitar a San Diego. Estoy seguro que resulta mucho más interesante leer sobre una visita a la carcel que sobre mis labios hinchados. Sin embargo, la experiencia en prisión estuvo absolutamente determinada por la causa de la hinchazón. Así que las dos historias tejieron esta experiencia.

San Diego tuvo la mala suerte de estar simultaneamente en el lugar y en el momento equivocados. Aunque no le había hecho daño a nadie, no hubo manera de detener la pesadilla. Era real. Ese día un par de policias lo requisaron y encontraron treinta gramos de mariguana. Es decir, diez gramos más de lo permitido por la Ley 30. Su paquete dejaba de ser la dosis personal y se convertía en "producción, porte y tráfico de narcóticos". Aunque no le han dado la sentencia, ahora está viviendo en la carcel de Leticia, hacinado en un mínimo calabozo con cuatro presos más.

Hace dos semanas San Diego era profesor de colegio. Dedicaba su tiempo libre a la música, a la fotografía, al capoeira, y a la navegación fluvial. Y claro, a compartir con sus amigos. Como lo encontraron con mariguana, ahora se considera peligroso para la sociedad. El dice que fuma para conectarse con su interioridad y así crear, y también, para relajarse. Otros piensas que eso lo hace un criminal.

El sábado era la primera vez que yo podía ir a visitarlo. Lleva ya doce días preso, pero la semana anterior yo no había estado en Leticia. Ese día íbamos varios. Por la situación ellos se veían cabizbajos. Yo en cambio estaba contento y lleno de buena vibra para alimentar el espíritu de mi amigo encerrado. Absurdamente encerrado. La situación se hacía peor porque esa noche se presentaba su grupo de percusión en el Pirarucú de Oro, un festival de música amazonense en el que él no se iba a poder presentar. Es más, creo que ni siquiera alcanzaría a oirlo desde su celda. De todas formas yo llevaba muy buena energía para darle, para dejarle.

Pronto pasamos por la esquina de la gobernación, junto al parque Santander. En el anden estaba un extraño señor espantándose tranquilamente varias avispas que intentaban atosigarlo. Felipe y yo pasamos a su lado sorprendidos y una me picó en la pierna.
-Puta, dije al sentir el ardor, y seguí caminando.
Unos pasos más adelante sentí que otra avispa se me paraba en la misma pierna, y alcancé a quitármela con los dedos y tirarla lejos. Y claro, salí corriendo. Alcancé a pensar que no me había picado. Pero en ese preciso instante el ardor comenzó de nuevo. Me había picado muy cerca de la otra picada.

En la selva me han picado varias avispas y otros bichos extraños, pero además de la hinchazón y la rasquiña, nunca había tenido problemas. Ni siquiera con la primera avispa que me picó cuando tenía poco más de dos años. Ese puede ser el primer recuerdo que tengo. Vivíamos en Cali en un edificio alto frente al rio. En el primer piso había un panal de avispas africanas, grandes, negras y aterradoras. Aún veo la escena con nitidez. Entra un niño pequeño caminando en una cocina de baldozas, muebles y techo blanco. Al fondo está su mamá de espaldas, haciendo algo sobre el mesón. El niño camina decididamente hacía ella. Repentinamente grita y cae al suelo, sujetándose el pie mientras hace gestos de terror. En el piso hay una mancha negra. Es una avispa que aunque está muerta, lo pica cuando la pisa. Tardé muchos años en comprender cómo me había picado si estaba muerta.

El sábado camino a la carcel alcancé a ver bien a las que me picaron: medianas y con un aguijón pintado de rayas negras y amarillas. A pesar de las picadas, seguí caminando, pensando nuevamente en San Diego. Su situación dejaba en un segundo plano un par de picadas. Paramos a comernos unas empanadas antes de llegar y le mostré a Pablo la pierna. Me habían salido dos ronchas de diámetro normal, pero infladas y duras. A ratos sentía la punzada ardiente de la picada, igual que cuando me habían picado.

Poco a poco siguieron apareciendo síntomas extraños. Sentí una picazón en la entrepierna y en las axilas y pensé que podía ser un hongo de humedad, típicos de la selva. Después una leve razquiña en la cabeza. También me rascó un antebrazo y alcancé a distinguir una mancha rojiza. Pagamos y seguimos caminando.

En la entrada de la carcel, mientras nos registraban, percibí otras sensaciones extrañas. Fueron las primeras de muchas que irían apareciendo a lo largo del día, una tras otra, y que permanecerían por ratos prolongados, unas más que otras, sucediéndose y yuxtaponiéndose en mi atolondrada percepción.

Primero fue la rasquiña intensa en el cuero cabelludo, atizada por el inclemente sol. Después ví como aparecian ronchitas en mis brazos entre manchas rojas que me apetecía rascarme. También en los cachetes. Como tenía la certeza de que me pasaría pronto, entré a la cercel sin dudar.

En seguida del control estaba la improvisada peluquería de Isabela: una silla, unas tijeras y un gran espejo. Ya me habían hablado de él. De ella. En fin: un travesti brasilero encarcelado por tráfico de drogas y por homicidio: mató al sapo. Le pedí que me dejara ver en el espejo. El brote era leve. Estoy bien, pensé.

Alcancé a los demás en la escalera llegando al segundo piso. Entramos al primer corredor y en la primera celda encontramos a San Diego. A duras penas se podía abrir la puerta que daba entrada a un espacio reducido con cuatro camarotes embutidos coronados por una hamaca pegada al techo.
-Es tan pequeño que tienen que salirse para que entré el sol.
Como San Diego aún no había sido sentenciado, no había sido asignado a una celda. Iba a tener que dormir en carretera, como llaman al corredor frente a las celdas, pero un grupo de presos lo invitó a hacinarse con ellos y colgó su hamaca encima de los camarotes

Lo saludé efusivamente. Lo abracé con fuerza un buen rato y no pude evitar hablarle de las picadas. Pasamos a una especie de hall junto al corredor y nos sentamos en una banca de cemento. Me sentí un poco desequilibrado y me recosté. Tenía unas bolitas en los brazos y algunas en las piernas. Noté que las dos ronchas habían desaparecido. El cuerpo las había absorbido y ahora estaban recorriendolo todo por la sangre.

Acostado sentí una opresión en el centro del pecho. Respiraba bien. No sentía que tuviera nada que ver con los pulmones, pero sí había un peso, una presión, tal vés en el corazón. Pensé que ahí recostado y relajado se me pasaría. Me habían picado cerca de las nueve y ya debíe de haber pasado una hora. Ellos estaban hablando, oyendo las historias de esa semana en prisión. Acostado, el ruido del lugar me impedía seguir el hilo de la conversación y sólo registraba frases sueltas. Eso, sumado a mi estado y a mi posición, me impedía participar en la conversa.

El lugar era encerrado. Mi cuerpo estaba cubierto por una fina capa de sudor. Escalofríos recorrían mi cuerpo. Una leve rasquiña me hacía consciente de la piel. Me senté ilusionado con una mejoría. Pero todo se me revolvió. Me sentí inquieto. Me recosté de nuevo. Sólo quería quietud. Me quedé dormido. Cuando desperté estaba tranquilo. Me levanté y de nuevo todo se me revolvió. Todos me miraron. Me dijeron que estaba rojo e hinchado. Sentía los párpados pesados y tras ellos los ojos irritados. Tenía sed. Pero sobretodo, tenía una tristeza por no poder controlarme y ser dueño de mí para estar presente, compartiendo con mi amigo y enterándome de la manera de ayudarlo a resolver su situación. Pero sólo podía, y deseaba, estar tumbado.

Un preso nos propuso conseguir almuerzo para todos a cambio de una de las barras de jabón y uno de los rollos de papel higiénico que le habíamos llevado a San Diego. Como le habíamos llevado suficientes y teníamos hambre, accedimos. Así vislumbré una gota del mar de mafia que se vive adentro.

Cuando llegó el almuerzo me senté y recibí un plato de icopor con dos raciones de comida: mucho arroz coloreado de amarillo, un poco de ensalada, unas tajadas de maduro y un bocado de carne. El borde del plato estaba agrietado y cuando lo cogí, cedió. Mi condición no me permitió reaccionar y la comida se cayó al piso. No tuve otra opción que recostarme de nuevo. Eventualmente comí un poco, pero no me sentó bien. El estómago se resintió, estaba pesado, amargo por haber recibido esa comida. Volví a tumbarme. Mi cabeza estaba lenta, mi cara inflamada, y la piel me rascaba. Me sentía impedido. Sólo deseaba quietud y algo de tomar.

A la una propusieron que bajáramos para pedir permiso de salir a jugar volleyball en el patio. San Diego aprovechó para darnos una vuelta por el primer piso. Quería mostrarnos la pileta donde bautizaban a los presos después de su primera visita conyugal. Cariñosamente me llevaba de gancho, con emoción. Cuando salimos la luz del medio día me encandiló. Me había parado muy rápido y la sangre se me bajó de la cabeza y tuve un momento de delirio. La visión del lugar se tamizó por una alucinación. Tuve que sostenerme de San Diego y, luego, me senté. En la luz del día me dijeron que no tenía buena cara. Andrés me hizo una "limpieza del aura" que me sentó muy bien. Me dijo que lo mejor era que saliera de ahí y me tomara un antialérgico y descansara. Podía ser peligroso. Me ví el cuerpo brotado y enrojecido. Me tocó aceptar la realidad: llevaba cuatro horas indispuesto y no había señas de mejoría, y peor, no podría compartir ese día con él. No quise que nadie me acompañara hasta el barco; no quiería privar a San Diego de otro visitante. Me despedí con tristeza y busqué la salida.

El guardia se mostró extrañado con mi petición, pues aún faltaba una hora para la salida. Pero al verme enrojecido me abrió la puerta. Como salí en el momento indebido, me sentía como haciendo algo prohibido y pude pensar que si fuera San Diego estaría en libertad. Fue una sensación fugazmente extraña.

Caminé hasta el barco tranquilamente, evitando la esquina de las malditas. Al llegar me tomé una Loratadina con mucho líquido y me recosté. Poco a poco sentí al mejoría y pude leer. Al atardecer tenía algunos síntomas, pero estaba ya recuperado. Pensaba en mi hermana. Un día en Méjico le pasó algo similar pero con abejas. Fue aún más fuerte y les cogió pavor. A ella, además de todo, se le habían inflamado los órganos internos y se le había cortado la respiración. Los médicos le dijeron que su sistema inmunológico se había sensibilizado y que la próxima vez podía ser peor. La condenaron a llevar siempre una jeringa y una ampolleta de Decadrón en la cartera. Si la volvián a picar, debería aplicarsela inmediatamente. Ella había estudiado medicina un tiempo y sabía aplicar inyecciones. Yo, en cambio, no podría hacerlo. Siempre me había parecido que el temor de mi hermana a las abejas era exagerado. Ahora la entiendo. Pensaba también que hace tan sólo dos semanas me había picado una avispa, y además de la hinchazón no me había pasado nada más. Y me queda la duda de si debo temer a todos los aguijones o sólo a la avispa específica que me atacó.

Al dñia siguiente me rascaban las plantas de las manos cuando me desperté. En el pecho tenía unas leves manchas rojas. Los tobillos estaban un poco inflamados. Los ojos y las cejas algo hinchados. El labio superior me rascaba. Sentía una leve pesadez en la cabeza. Durante el día fue mejorando la situación.

Ahora estoy casi del todo bien. Los labios de negro han reducido su tamaño hasta su casi grande normalidad. La rasquiña ha desaparecido casi del todo. Tal ves sólo me queda una leve paranoia con los insectos. Y un enorme vacío por San Diego, todavía encerrado en un lugar con una energía pesada y negativa que se empeña en destruirlo, que le impide vivir. Llegan a mí recuerdos difusos de la visita, empañados por el veneno.
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pueden ver fotos acá (lentamente desactualizadas)
o unas muy pocas en el blog de paul * del diario

sábado, 22 de noviembre de 2008

mayita. o a veces llegan cartas

mi adorado choquito

pues te cuento que ayer mayis tuvo un paro respiratorio y se murió.

(...)


¿Qué?

¿Se murió? Así no más. ¿Mayis? ¿Mayita?

Mayita es María Calhelha, la melliza de mi abuela. Este año celebraron 182 años entre las dos. Juntas. Hermosas.

Con Mayita compartí momentos muy bonitos. Creo que el hecho de ser la melliza de mi abuela, a quien adoro, me hizo sentir como su nieto. Ahora no la volveré a ver.

Lo bueno, es que la llevo grabada en montones de escenas en mi cabeza, en el corazón. Ella es un pedazito más de esa cosa tan bonita que me tocó y que bautizaron familia.

(...)

a mama no le vamos a contar nada pues eso le daría demasiado duro y realmente no creo que lo resista.


Mamá es mi abuela, la hermana de Mayita. Ella disfruta de la vida, auqnue no se da cuenta de mucho de lo que pasa. O si, pero se le olvida.

(...)
mama está bien, aunque cada vez más impedida y todo le cuesta trabajo, pero como es una gocetas saca provecho de todo y disfruta y hace relajo todo el tiempo.


Mamá es increible. No le conozco defectos, al menos ninguno reprochable, pero siento su peso en muchas cosas buenas que de ella me llegaron hasta mí.

Quizá el único deseo sería estar allá con la familia y con ellos vivir el duelo, porque solo, en la distancia, su abstracción dificulta sentirlo real.

A las dos, las llevo en mi corazón, por ahora, en este momento, en silencio.

jueves, 20 de noviembre de 2008

la maloca. la casa de la comunidad es la casa de la humanidad


La selva es densa e impenetrable. La selva es misterio y templo de saber. En la selva cada cosa tiene su lugar, cada gente tiene su espacio. Por que en la selva hay muchas gentes, no sólo los hombres. Y así, en la selva, la maloca es la casa del hombre, la casa de la comunidad, es decir, la casa de la humanidad.

El hombre abre un claro en la selva y lo protege. En el centro construye una casa muy grande. Es una casa que nace del lugar. Toda ella viene de la selva, y a la selva volverá. El piso es de tierra. Las paredes, las columnas y las vigas de madera. El techo de hoja, que con la caricia del humo se cura y se eterniza. No hay puntillas ni metales. No hacen falta. No hay paredes interiores. No hacen falta. El orden está establecido con símbolos y costumbres más allá del encierro y funcionalización de una casa moderna. La maloca es aun más moderna que eso. Es eterna.

El hombre transforma un pedazo de tierra para hacerlo su lugar temporal. Y es temporal porque la tierra debe descansar. Si el hombre permanece allí mucho tiempo desequilibrará la vida. Así que después de unos veinte años, es preciso abandonar la maloca, dejar que la selva se reinvente, dejar que la tierra descanse, y buscar otro lugar donde hacer temporalmente una casa para el hombre.

Igualmente, como la manera de hacer la casa, han sido entregados al hombre muchos tesoros. Entre ellos el mambe, la coca; planta sagrada en nuestras gentes desde siempre. Pero un día un científico quiso entenderlo y se la robó. La sometió a procesos y procesos y después de muchas fallas y de mucha ansiedad, se inventó el negocio de la cocaina. Y así. Vienen, prueban, se llevan y se aprovechan. Después prohiben.

Alrededor de la maloca el hombre ha organizado el mundo para vivir. Y se vive bien. Hay que trabajar, pero se vive bien. Es más, es correcto utilizar la compleja palabra Armonía. Pero es que ese invento de los modernos de vivir sin trabajar no es tan simple. Para hacerlo realidad, necesariamente hubo que romper algún equilibrio. Y que lo diga la tierra (y los que trabajan doble por los que no lo hacen). Por que la tierra sí habla, pero no sabemos oirla, interpretarla, porque si el hombre entendiera el rugido de la tierra, nada sería como es.

me alquilo para soñar


Hoy estoy regalado. Con la certeze impresa en la frente de que soñar es la única manera de vivir, hoy me alquilo para soñar. Prefiero que sean sueños lúcidos, los que algunos se empeñan en llamar locos. Sueños como los que proliferan en el mundo según Prado, ese mundo fascinante, aparentemente irracional, mágico, mundo que he podido atisbar y conocer cada vez más. Y claro, sueños que se sueñen y se hagan realidad, que se sueñen poco a poco, viviéndolos...

Lo que sí está claro, es que en esta vida nada tiene sentido, y no hace falta que lo tenga. Simplemente es y no es posible que lo tenga. Por que el sentido no está allí en las cosas, allá afuera. El sentido está unicamente en nosotros. En mí. Las cosas no necesitan tener sentido, pero nosotros si necesitamos que lo tengan. El sentido va de adentro hacia afuera, se crea, se concede y se cree.

Soñar. Traer cosas del más allá al más acá. Hacerlas realidad. Vivirlas y soñarlas al mismo tiempo, permitiendo que se confundad. Unos necesitamos el sentido más que otros. Ese sentido está en la posibilidad de vivir la esperanza (no esperarla). Voluntad y magía.

Así que me alquilo para soñar.

Me regalaría, pero...

el tiempo


En la vida cotidiana los citadinos se inventan o buscan entretenciones para el tiempo libre, y siempre están ocupados, siempre tienen algo que hacer, algo importantísimo, claro está. En esta vida mia de ahora, el tiempo cambia, y en cada lugar, en cada momento, todo es distinto. Claro que tambien busco entretenciones, pero es mucho mas a corto plazo, más inmediato, más espontáneo- En la ciudad es como un tiempo... agendado (horario, calendario,citas).

He oído a la gente de provincia quejándose de los capitalinos. Cuando los capitalinos viajan a provincia son muy amables, que claro que cuando quiera, que mi casa está a la orden... Entonces, los provincianos viajan a la capital, lugar enorme y agresivo donde se sienten perdidos. Pero claro, tienen la tranquilidad de ese man tan amable que recibieron en su casa o que ayudaron a encontrar el camino o a quien alimentaron. Pero cuando lo llaman descubren una y otra vez que el man está ocupadísimo, y si acaso, saca un ratico para saludarlo, dejando al provinciano a la deriva, perdido.

Así que se quejan de los ocupados capitalinos. Y es verdad. Cuando yo recibía visitas, el tiempo era bien complicado, muchas cosas por hacer, muchos compromisos por cumplir... Hace poco recibí una visita acá en Leticia, y fue gratificante estar disponible todo el tiempo minetras duró la visita. Un aprendizaje más.

(Gracias Sil)

pagando la culpa


La manera como los hombres entienden la vida en la tierra siempre ha estado definida por la lucha constante para mantener un equilibrio con el ambiente que permita la supervivencia. Por eso, siempre se ha intentado organizar a los pueblos de acuerdo a su relación con el entorno, para garantizar la vida. Entonces, se han ido inventando leyes y se le ha dado un valor a las cosas, de acuerdo a su importancia en la existencia. La tierra siempre ha sido algo sagrado, pues es lo que siempre nos ha alimentado, es la que nos ha dado todo. Anteriormente las culpas se pagaban con mucho trabajo, y con remordimiento. Ahora es más fácil.

Hoy en día no creo que sea discutible que arrasar con la vida en la tierra sea algo malo. Me atrevo a considerar que hoy en día es el equivalente a un pecado, pues en la mayoría de los casos esa destrucción está movida por los pecados capitales: la codicia, la gula, la soberbía, la ira,la avaricia, la pereza, y la envidia. Los pecados de hoy, los que están acabando con el mundo se diluyen sutilmente en el sistema que ha evolucionado hasta ser una red global inabarcable.

La manera de pagar por los pecados es transfiriendo la culpa simplemente pagando con dinero. La basura. Es indudable que las cantidades de basura que produce una casa normal en un corto periódo de tiempo es descomunal. Pero como no la guardamos, ni nos preocupamos por hacer con ella más que sacarla para que se la llevan, no lo vemos. Y lo que no se ve no existe. No sabemos a dónde llevan esa basura. ¿La queman? ¿La reciclan? ¿Qué los basureros se desbordan? ¿Qué la tiran en cualquier potrero? No importa, yo pago y ellos lo hacen. Es fácil. Y como el trabajo de ellos es sólo desaparecerla, ellos tampoco sienten la culpa.

El alcantarillado. Toda la basura que se vierte en los ríos, venas del planeta literalmente, se va, y ya. Están empezando a implementar multas para las fábricas más contaminadoras: que contaminen, pero que paguen. Fácil. Y si se pudre la amazonía y deja de llover en las montañas, ¿qué?

Se paga para diluir las culpas y se invierte mucho en distraer las mentes. Además, la culpa de los grandes problemas es de la humanidad, no mía. Yo soy siquiera un granito de arena, no hace diferencia. No es problema mío, es problema de ellos. Además, ya pagué. Estoy libre, no me jodan. Y este texto, qué man tan desubicado.

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pueden ver fotos (lentamente desactualizadas) en
http://www.flickr.com/photos/cavernicolas
o unas muy pocas en el blog de paul http://hastadonde.top-depart.com/

amarilla [musa paradisiaca]

amarilla    [musa paradisiaca]
"violadora de parajes recónditos, mi [bicicleta] llega adonde no llega el carro o el peatón" (f. vallejo) /

recorrido a través de suramérica [oEste-este]

recorrido a través de suramérica [oEste-este]
actualizado el 29 de marzo '09 en areia branca do rio grande do sul, brasil. recorrido en bici en azul / caminando en negro / en automovil o bus (gasolina) en rojo (el avión por ahora no lo pongo...) en barco por el amazonas azul punteado / paradas a dormir en cuadro negro con punto amarillo (solo sobre el amazonas y brasil. / del ecuador y perú, se pueden ver en entrada antigua (en proceso... como todo)