[ bicitácora en eterno borrador ]

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primero desde las montañas de Colombia, del Perú y del Ecuador. después desde la Amazonía toda hasta el extremo oriental brasilero. París. Sarajevo. Y ahora, Delhi..

nota: Las entradas no están en orden cronológico, pero cada una tiene fecha: 'd' corresponde al día de viaje, siendo el primero -el día del viaje- el 'd 0'.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

valeria (notas)


Los peligros del camino son nada más ni nada menos que los mismos peligros de la vida.
Sólo el hecho de estar vivos nos abre al peligro, y vivir plenamente implica estar abierto al riesgo.
No arriesgrase puede tal vez disminuir los peligros, pero no correr riesgos tiene el peligro de volverse un hábito,
y el hábito tiene el peligro de volverse un vicio: el vicio de la comodidad de la rutina que es tratar de evadirse de la vida.
Y no será que el hecho de evadirnos de la vida nos mata?

Valerie Meikle, a remo al corazón de nuestro amazonas.

Esa cita me legó en un correo y fue mi primera y lejana relación con Valeria y tengo que aceptar que no le dí mayor importancia que a cualquier correo reenviado. Es más, lo leí por encima, como todos, hasta varios meses después que la conocí, y la reencontré en mí correo.

Antes de salir de Bogotá llegó a mis manos la versión digital de un diario de una señora que había recorrido el Putumayo a Remo. Estaba tan atareado con la salida que no lo pude ver en profundidad.

Y la olvidé. Hasta que llegué a Leticia y en compañía de un amigo pasamos por una casa de dos vecinas suyas. Me dijo que una era Liliana y la otra su mamá, Valeria. No sé cómo pero asocié ese momento a la señora del libro. No podía creerlo, ¡vivía en Leticia! Desde ese momento me propuse conocerla. Un día la ví a lo lejos en una esquina de Leticia. Era inconfundible: una señora de pelo largo amarillo con un aura transparente. Parecía flotar sobre el pavimento. La abordé y me presenté e inmediatamente me invitó a almorzar venado al curry al otro día en su casa. Así empezó una hermosa amistad.

Tengo la felicidad de tener muchos recuerdos de momentos compartidos con ella. Un fin de semana nos quedamos a dormir en su casa. Aunque íbamos a almorzar, estuvimos tres días metidos sin salir. Un fin de semana de inigualable sobriedad y disfrute. Nos dedicamos a comer, lo justo, pero delicioso (casabe, tucupí, avena, farinha, jugos, chocolate, naranjas, bananos, queso, te), a sembrar plantas, a leer, a dormir, a conversar... La música, además de oirla cantar algunas canciones con su cuatro se limitó a un disco de Paco de Lucia, el domingo al atardecer. Cero alcohol, cero vicios, cero trasnocho. Vida saludable. Fue una celebración a la existencia, a la tierra, a la selva, a la amistad. Ese fin de semana la invitamos a comer ceviche de pirarucú en su casa. Nos quedó como nunca. Ensayamos el tucupí en la mezcla. Y lo preparamos el día anterior, pues siempre las sobras sabían mejor que el día de la preparación. Ese fin de semana pusimos trampas en los ríos y días despues las recogimos, llenas de camarones, y la invitamos a comer una ensalada (no fueron tantos como pensábamos, pero bueno, que cayeron, cayeron). Fueron días agradables, días para sentirse de nuevo en familia, para sentir la familiaridad en la voz interior de una madre, y el cariño de una abuela. En esos días Valeria nos contó muchas historias, o mejor, muchos pedazos de su historia (to cut the story short) Entonces, todo se conectó y descubrí que años atrás había conocido a su hija Clea en Bogotá.

Valeria nació en 1937 en Londres. En 1959 llegó a Colombia y ha recorrido el país como ninguno, especialmente visitando a las comunidades indígenas. Vivió en muchos lugares, pero el momento que mejor conozco es cuando compartió con los Secoyas en el Yaricaya, afluente del Putumayo, con quienes pasó dos años y desde donde emprendió su viaje a remo con Miguel, su compañero en ese momento. Cuando recorrió 1500 kilometros a remo tenía 56 años.

Después la invitamos a recorrer el Tacana o el Calderón a remo. Yo quería que fuera pero sabía que diría que no. Fue la más emocionada de todos. El bajo nivel de las aguas nos impidió hacer el viaje en canoa, y finalmente nos fuimos caminando a la casa de Miguel, (su compañero de esas aventuras) en el río Calderón. Fue una semana larga e indescriptible. Solo vida. Contacto con la tierra y con el otro, todos, de igual a igual. Unos días viviendo fuera del sistema del hombre, dentro del sistema de la selva.

He conocido su libro, sus historias, sus músicas. Cuando llegó del Putumayo no pudo volver a Bogotá. -Cómo vivir sin tucupi, sin farinha y sin casabe...
Ahora hay muchas semillas suyas creciendo en el país, no sólo en forma de gente, sino también de reserva natural y de colegio, y sin duda, en el alma de otros que también decidieron salir a recorrer el planeta.
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pueden ver fotos acá (lentamente desactualizadas)
o unas muy pocas en el blog de paul
* aunque la admiración que siento por Valeria me da para escribir una verdadera crónica, ahora no dispongo del tiempo para hacerlo, así que por hoy me limito a estas notas, como una semilla que permanecerá hibernando indefinidamente, hasta que caiga un gran árbol que abra un claro en la selva y permita que los rayos del sol la hagan germinar.

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amarilla [musa paradisiaca]

amarilla    [musa paradisiaca]
"violadora de parajes recónditos, mi [bicicleta] llega adonde no llega el carro o el peatón" (f. vallejo) /

recorrido a través de suramérica [oEste-este]

recorrido a través de suramérica [oEste-este]
actualizado el 29 de marzo '09 en areia branca do rio grande do sul, brasil. recorrido en bici en azul / caminando en negro / en automovil o bus (gasolina) en rojo (el avión por ahora no lo pongo...) en barco por el amazonas azul punteado / paradas a dormir en cuadro negro con punto amarillo (solo sobre el amazonas y brasil. / del ecuador y perú, se pueden ver en entrada antigua (en proceso... como todo)