[ bicitácora en eterno borrador ]
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jueves, 20 de noviembre de 2008
la maloca. la casa de la comunidad es la casa de la humanidad
La selva es densa e impenetrable. La selva es misterio y templo de saber. En la selva cada cosa tiene su lugar, cada gente tiene su espacio. Por que en la selva hay muchas gentes, no sólo los hombres. Y así, en la selva, la maloca es la casa del hombre, la casa de la comunidad, es decir, la casa de la humanidad.
El hombre abre un claro en la selva y lo protege. En el centro construye una casa muy grande. Es una casa que nace del lugar. Toda ella viene de la selva, y a la selva volverá. El piso es de tierra. Las paredes, las columnas y las vigas de madera. El techo de hoja, que con la caricia del humo se cura y se eterniza. No hay puntillas ni metales. No hacen falta. No hay paredes interiores. No hacen falta. El orden está establecido con símbolos y costumbres más allá del encierro y funcionalización de una casa moderna. La maloca es aun más moderna que eso. Es eterna.
El hombre transforma un pedazo de tierra para hacerlo su lugar temporal. Y es temporal porque la tierra debe descansar. Si el hombre permanece allí mucho tiempo desequilibrará la vida. Así que después de unos veinte años, es preciso abandonar la maloca, dejar que la selva se reinvente, dejar que la tierra descanse, y buscar otro lugar donde hacer temporalmente una casa para el hombre.
Igualmente, como la manera de hacer la casa, han sido entregados al hombre muchos tesoros. Entre ellos el mambe, la coca; planta sagrada en nuestras gentes desde siempre. Pero un día un científico quiso entenderlo y se la robó. La sometió a procesos y procesos y después de muchas fallas y de mucha ansiedad, se inventó el negocio de la cocaina. Y así. Vienen, prueban, se llevan y se aprovechan. Después prohiben.
Alrededor de la maloca el hombre ha organizado el mundo para vivir. Y se vive bien. Hay que trabajar, pero se vive bien. Es más, es correcto utilizar la compleja palabra Armonía. Pero es que ese invento de los modernos de vivir sin trabajar no es tan simple. Para hacerlo realidad, necesariamente hubo que romper algún equilibrio. Y que lo diga la tierra (y los que trabajan doble por los que no lo hacen). Por que la tierra sí habla, pero no sabemos oirla, interpretarla, porque si el hombre entendiera el rugido de la tierra, nada sería como es.
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