quito. ciudad lechosa siempre mirándose

"De Quito no me gusta nada. Es una ciudad muy fría. La gente es muy fría. No me gusta ir a ninguna parte y casi no me gusta hablar con nadie." Guardia colombiano de la casa donde vivió y está enterrado Guayasamín.

Después de casi dos semanas en Quito llegó el momento de partir. s difícil, porque todo se dió para ser muy felices. A pesar del clima frio y lluvioso, estuvimos muy bien. Viví con la abuela Elsita, que aunque no es mi abuela, siento como si fuera. Y con el primo Juandavid y su esposa lucía, que aunque no son mis primos, siento como sí. Y la tía lucía, que la siento como una tía más. Comiendo delicias, descansando, aprendiendo a cocinar, oyendo historias...

La ciudad es bonita. Está en un valle alargado, lleno de colinas. Es una ciudad que se mira a sí misma: desde donde uno esté siemrpe ve otro pedazo, desde otra perspectiva. Desde abajo se ve como los barrios pasteles se trepan en las montañas. Desde arriba se ve el valle inundado de cemento. Siemrpe se está viendo la ciudad, a lo lejos, arriba y abajo, al norte y al sur.

El espacio público está muy bien mantendio y es uniforme, a diferencia de Bogotá donde cada cual hace lo que quiera frente a su casa. El tamaño de la ciudad es más manejable, y así lo es su tráfico. En lugar de puentes, han hecho muchos túneles, por el bien del tráfico y del peatón. En general es muy limpia y ordenada. El centro histórico es muy grande y está muy bien mantenido. Tiene iglesias lindísimas, mucha piedra, y casas antiguas en buen estado. De noche la iluminación es muy bonita. Sin embargo Quito tiene un problema: es frío y aburrido. Aunque la gente es muy amable (muy), no hay mucha vida en la calle, y de noche todo se apaga. Después de las 9 el centro queda desértico. No en vano se dice que es la "capital religiosa de suramerica". Ahora para semana santa es el festival de música sacra. Ayer fue el evento cúlmen: un concierto de campanarios. Por la noche tocaron más de 50 campanas de 17 iglesias del centro. Nos subimos al último piso de uno de los pocos edificios altos del centro y desde ahí, con un canelazo, oímos el concierto. Muy buena experiencia, con sonido en tres dimensiones, y fuegos artificiales que pasaban de una iglesia a una plaza, a una colina... El ascensorera uno de esos viejos que necesitan quien los maneje y él, se llamaba Winter.

Ahora en invierno es una ciudad lechosa. A veces hay leche entera, a veces semidescremada, deslactozada, en polvo y espolvoreada. Dependiendo del momento se ven todo tipo de leches en el ambiente.

En esta ciudad hice de todo. A veces solo, a veces con Pablo, con Alberto y su parche, o con Juan y el suyo. Un paseo en bici un lunes por el parque metropolitano. Conciertos de música sacra en las iglesias del centro. Cerveza en el mirador de guápulo, o en bellavista. Un par de cumpleaños. Uno que otro bar. Paseo de domingo a Mindo. Paseo de sábado a Papallacta. Comida familiar. Película en cama un domingo por la noche. Subida a 4100 mts en telésferico. Museo del agua. Parques. Mercados. Librerías. Caminadas eternas atravesando toda la ciudad. Museo Guayasamín y su capilla del hombre. Museo amazónico. Ensayo de banda de rock pesado. Tour de restaurantes. Subimos lomas. Bajamos lomas. Dormimos. Estos días en Quito fueron días de ciudad, pero relajados. Ahora, volvemos al campo, a pedalear, a la bici, a la costa, a los pueblos.